Se abre el telón y aparece una pareja durmiendo en su cama. Suena el despertador, ella lo apaga, se vuelve hacia él y comienza a hacerle carantoñas. Él, aún medio dormido, se sorprende:
—Qué mimosa te has levantado hoy.
Se levantan a preparar el desayuno. Ella no le quita ojo mientras él pone la cafetera y enciende la tostadora. Se visten y bajan a hacer la compra al mercado. Ella le persigue de la verdulería a la pescadería, de la frutería a los congelados, con una sonrisa que no se le cae de la boca.
De vuelta al piso, descorchan una botella de vino tinto mientras se disponen a cocinar un besugo al horno. Cada vez que él se da la vuelta —para bajar la cazuela del estante o para alcanzar la pimienta— allí está ella, con la copa en la mano, proponiendo divertida otro brindis más.
Deciden pasar la tarde tranquilos en casa, juntitos y apoltronados en el sofá. Y tan juntitos: él se aproxima al equipo a poner música y ella va detrás, él se levanta a encender la lámpara y ella le acompaña, él se acerca a la cocina a por unas cervezas y a ella se le activa ese extraño resorte que la mantiene pegada a él.
Pero a medida que va cayendo la noche, el ceño de ella se va frunciendo más y más hasta que, llegada la hora de acostarse, ella explota:
—¿Es que no me has comprado nada, so cabrón?
Él la mira sin comprender y ella le ruge:
—¡¡¡Hoy es San Valentín!!!
¿Cómo se llama la película?[1]
[1] SOLUCIÓN: Con la muerte en los talones.