Todos los días doblados por el tercio, dos veces, y ensobrados.
Todos los días, hilos sueltos de las moiras aguardando en el buzón.
Todos los días franqueados con el precio de los pasos que le faltan al destino.
Todos los días por abrir.
Que traiga alguno dentro una sorpresa.
Un interrogante entre los números de cuenta.
Una admiración en el código postal.
Una frase polizón escondida en el membrete.
Que alguno sea de otro, y que el dueño no lamente haberlo perdido.
Que llegue algún día con un blanco entre renglones,
con la opción, sin esperanza, de responder al remitente.
No es bueno que cada día viaje solo de ida.
Sin regreso posible, muere sellada en saliva
la curiosidad del abrecartas.