Semáforo

Trampantojos

Rojo, eso fue lo que vi. Mis ojos se nublaron de una rabia encarnada, ígnea, incubada entre las brasas escarlatas de mi dolor, tras largos años de sombras cárdenas en la cara y marcas bermejas en el cuerpo. El cuchillo trazó un surco bermellón y regó el suelo de colorado.

Amarillo es el color de mis guantes de fregar. El terrazo beige quedó limpio y con aroma a limón. Me preocupó la herrumbre que anaranjaba la pala, pero tras clavarla en la tierra ocre enseguida desgajé terrones arcillosos y restos pajizos. Trabajé hasta que los dorados rayos del sol se tiñeron del ámbar del atardecer.

Verde ha crecido la hierba, mullida de trébol esmeralda, salpicada de verdolaga. Descubro una mata de menta y recojo un puñadito de hojas de brillante malaquita. Con un poco de ron y lima cortada, me preparo un excelente mojito, acompañado de pistachos y olivas, y brindo por mi futuro, que hoy se viste del color de la esperanza.


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