«La verdad no está en nadie
pero acaso las palabras pudieran engendrarla».
Raquel Lanseros
Decir la muerte
como la dicen los cocos en el aplauso de las cáscaras vacías:
galopando caballos.
Hablar el lenguaje de las ostras.
Lento.
De arena, caricia y saliva.
Decir, en el lenguaje de las ostras:
Perla.
Escribir el aire y la lluvia
con la caligrafía de las nubes.
Siendo el aire y la lluvia
y ninguno.
Pronunciar el tiempo todo junto.
Como la primera pregunta de una araña recién eclosionada.
Y luego
hilarlo.
Entender la palabra madre
igual que la entienden los pulpos,
sin haberla oído nunca.
Conocer el significado del vacío
según el diccionario de agujeros
en el que todas las palabras
quieren decir lo mismo
y nada.
Callar.
Como un poema escrito en una lengua muerta.