A los Cuatro Constructores, y a Lola y Luigi.
Arranquemos la cal, la argamasa,
hasta el último primer adobe.
Libre de barro y paja,
vuelva a ser viva la piedra,
corte algo algún filo de tan limpio,
brote polvo de las juntas.
A la vista queden
las cuentas del cantero.
Exhaustos de raspar, los dedos lija,
el tiempo acumulado en las paredes
agüemos el piso y salgamos descalzos
a la fresca del portal y las hamacas.
Cuando caiga el relente
volvamos dentro.
Quizá la noche tome ejemplo del trabajo
y borre de las pieles tantos soles
como limaron las manos de los muros
y se lean desde lejos las cuentas del cantero,
esas que cuentan
cuánta altura falta para el cielo.
Ilustración: Collage de Mónica Ezquerra