Xin Ji cierra

Crónicas mínimas

 

El otro día entré en la tienda Xin Ji, cerca de mi casa, y la encontré medio vacía. Fueron momentos de estupor en los que no sabía muy bien qué pasaba. Miré al mostrador y allí estaba como siempre la señora, la madre de esos niños que han crecido en el barrio con nosotros y que han sido vecinos nuestros. Pero ella, Xiao (Amanecer) que siempre sonreía, estaba con un gesto de tristeza. Le pregunté qué ocurría y me dijo que cierran, que apenas venden y que, de momento, se quedan a vivir en Castelldefels, pero que no saben qué harán a medio plazo. Porque estos chinos sí que hablan con los clientes e incluso te saludan por la calle. Son simpáticos.

Sí, ya sé que muchas personas dicen que es un colectivo misterioso, que no se les ve nunca fuera de sus círculos, que no crean riqueza ni respetan horarios y que a duras penas se van a integrar, pero a mí me ha dolido su pequeño drama por el simple hecho de que son personas que han emigrado para darles a sus hijos una vida mejor.

Xiao me habla de Anec Blau, la gran superficie bendecida de la ciudad que abre incluso los domingos; de Amazon; de todas esas nuevas formas que surgen y devoran a los pequeños comercios. Ya es la tercera tienda de estas características que veo cerrar en poco tiempo en el barrio. Y se quedan los locales “chapaos”, sucios, cerrados a veces durante años, porque todo cambia muy deprisa y el vértigo se lleva las oportunidades y las ilusiones de emprender nuevos negocios.

Tristes tiendas.