Desde que decidí borrar las fotos y los vídeos guardados en el móvil me siento más liberada; cada noche hago limpieza de lo recibido por wasap y solo guardo en el álbum IE, como decidí hace meses, las máximas de inteligencia emocional que me envían o que encuentro en la Galaxia Internet. Ya tengo una cuarentena. Mis amigas lo saben y algunas veces me envían dichos o frases hechas, algunos sin autoría, que me divierten por su picardía, como estos: “Qué manía con lo de buscar a alguien especial. Si lo complicado es encontrar a alguien medio normal»; «Estoy en una edad en que si me dicen ‘te quiero’, automáticamente pregunto: ‘¿para qué?» 3. Y yo, como soy profesora de Física, les envío perlas sobre el espacio como esta: «El verdadero amante es el hombre que te puede emocionar con solo tocar la cabeza o sonriéndote a los ojos. O simplemente mirando fijamente al espacio.» (Marilyn Monroe)
Hoy he enviado por wasap un texto sobre tecnología a mi amigo Gumberto, informático de profesión, pero con tan mala fortuna que he seleccionado el destinatario anterior y se lo he remitido a Goldmundo, la ex-pareja, a quien hace unos meses envié a pasear con la máxima aquella de la bicicleta de Einstein. El texto decía: «Adueñándose de nuestra atención, la tecnología entorpece nuestras relaciones.» (Daniel Goleman). Al cabo de unos minutos Goldmundo me ha contestado:
«Querida Glorinda, en el primer curso de mi segunda licenciatura, Psicología, leí Inteligencia emocional (1995) de Daniel Goleman. Podríamos quedar para hablar de ese libro con el que empezó todo el buen rollo ese de la inteligencia emocional».
Como he sido yo quien ha metido la pata con el wasap, ahora tengo dudas: ¿debo responderle?, ¿pensará que quiero volver con él?, ¿creerá que soy idiota?, ¿no ha visto que la máxima era una crítica al abuso de la tecnología?, ¿a qué viene eso de ese libro de Goleman que ya es antiguo?, ¿si ahora el psicólogo escribe ya sobre las inteligencias social y ecológica, Dalái Lama y otras cosas? No sé qué hacer, simularé que estaba wasapeando con Gumberto. Escribo y envío mensaje a Goldmundo:
«Gumberto, te quiero mucho y te lo digo por tu bien, no abuses tanto de la tecnología, sal pronto del trabajo, que tenemos que ir al cine esta noche».
Goldmundo ya no me ha dicho nada más. Sentada en el sofá, busco en el álbum IE una máxima que me gusta; ya la tengo: “La vida es una comedia para aquellos que piensan y una tragedia para aquellos que sienten». (Daniel Goleman); pero no, esta no es la que buscaba; deslizo el dedo en la pantalla y la encuentro enseguida: “El principal problema de este mundo es que los tontos y los fanáticos siempre están seguros de ellos mismos, mientras que las personas inteligentes están llenas de dudas». (Bertrand Russell). Pues eso, eso es lo que pienso.
Y ahora que se acerca el domingo 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, busco en la Galaxia Internet pensamientos feministas para enviárselos a mis amistades por wasap; este año escojo tres idearios de mujeres de continentes y siglos distintos:
—“Los hombres, sus derechos y nada más; las mujeres, sus derechos, y nada menos.” (Susan B. Anthony)
—“No hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente.” (Virginia Woolf)
—“Los extremistas han demostrado lo que más les asusta: una niña con un libro.” (Malala Yousafzai)
Elijo a Susan B. Anthony por haber luchado por el derecho a votar de las mujeres en los Estados Unidos de América en el siglo XIX; a Virginia Woolf, por defender (como también lo hizo Simone de Beauvoir) la identidad femenina en la Europa de mediados del siglo XX, un tiempo en que era inconcebible hablar de ello; y a Malala Yousafzai, por luchar en el siglo XXI a favor de la educación de las niñas, de las mujeres y de todas las personas del mundo, aun poniendo en riesgo su vida por culpa de la intransigencia de fanáticos, extremistas y machistas.