En Delhi, la chica volvía del cine, estaba oscuro, se había hecho un poco tarde, pero iba con un compañero de clase y la parada que anunciaba el cobrador se encontraba muy cerca de su casa. Los seis hombres que viajaban en el autobús se giraron hacia ella y la desnudaron con ojos encendidos. El aire del interior era denso. El amigo se colocó a su lado como un escudo. Al poco tiempo, el conductor se desvió de la ruta e, inmediatamente, los hombres golpearon a su amigo y se abalanzaron sobre ella. La violaron brutalmente. Murió días más tarde. Los agresores dijeron que si se hubiese quedado quieta, en lugar de defenderse, la hubieran dejado después de que acabaran. Ella era la culpable de su violación y de su muerte.
Pamplona. Se alegraba de haberse unido a la gente de clase en el último momento. Aunque ahora no les veía. Seguro que no tardarían en aparecer. De todas formas, tenían una cita no muy lejos de allí con otros amigos. Prefería quedarse, se lo estaba pasando muy bien, ya les encontraría por la mañana antes del encierro. El grupo era amplio, se dispersaba y volvía a engrosarse riendo y bailando. Unos chicos, los más divertidos de San Fermín, la invitaron a ir a otra zona. De golpe, se dio cuenta de que se adentraban en una calle en la que apenas había gente y, antes de que pudiese reaccionar, sintió que la empujaban hacia un portal, que la tiraban al suelo. Las redes sociales la vilipendiaron, publicaron sus datos, la acusaron de ser la culpable de su violación.
Burgos. Se trataba de jugadores del equipo de fútbol de la ciudad. La chica los conocía de la televisión, sus compañeros de colegio los admiraban. Se iban a morir de envidia en cuanto les contase que había hablado con ellos, que conocía su casa, porque ahora la estaban invitando a subir. Ella era una niña, ellos tres hombres adultos. Hubo gente en Burgos que salió en manifestación en favor de los futbolistas de la Arandina que violaron a la menor.
Los Ángeles. El Sindicato de músicos de ópera de EEUU concluye que Plácido Domingo acosó sexualmente a veintisiete mujeres. A raíz de las primeras denuncias y durante el tiempo que duró la investigación las víctimas fueron ridiculizadas, mientras que a él se le consideraba un señor galante, se le reclamaba la presunción de inocencia y se le aplaudía en los teatros de Europa.
Harvey Weinstein, famoso productor de Hollywood….
La lista es interminable. Los hay pobres y ricos, de todos los niveles culturales, de todas las clases sociales, de todos los países.
¿Tan complicado lo tienen los violadores para mantener relaciones sexuales consentidas?
No hace falta reflexionar demasiado para darse cuenta de que los violadores no solo buscan un placer sexual, hay algo más profundo que los impulsa. La reafirmación de su superioridad, el ejercicio de su poder.
En el abuso sexual, en la violación, ellos se sienten poderosos. Y, lo peor de todo, una parte de la sociedad les da la razón: acude a manifestaciones para apoyarlos en su inocencia, los aplauden en teatros, al tiempo que desdeñan a las víctimas, las ridiculizan abriéndoles una grieta en sus vidas que las marcará para siempre.
Si el PODER es el núcleo profundo de la violencia contra las mujeres, para que el grito desgarrado de NO MÁS VIOLACIONES, escrito en las paredes, vociferado, año tras año, en las manifestaciones del ocho de marzo hasta dejar secas nuestras gargantas, no nos ahogue en la impotencia, tenemos que desenmascarar ese “poder” del que ellos están tan orgullosos, conseguir que los violadores se sientan solos, débiles y provoquen el desprecio no solo de las mujeres sino de todos los hombres.