Visita al lupanar

Lengua de lagartija


Días pasados estuve en un lupanar.

“Lupanar”, ¿no es encantadora la palabra? En Argentina se dice “quilombo” y en otras partes “burdel”, que viene del francés “bordel” y no del historiador francés Fernand Braudel, que al haber sido un destacado miembro de la “Escuela de los Annales” hizo que su apellido se prestara a confusión. ¡Por Dios, vaya escuela!… quién sabe qué porquerías les enseñarían a los niños. 

Los señores correctos dicen “prostíbulo”, pero a mí me encanta decir lupanar, sobre todo porque el término proviene de la antigua Roma, lo cual da mucho lustre, siempre que se frote bien con el paño (y no vean en esto último un doble sentido, ni un triple). En fin, decía que lo de “lupanar” viene de la Roma imperial, y es el caso que por aquel entonces las señoras putas para atraer a la clientela se ponían a aullar como lobas, y como bien sabemos (¿o no lo sabemos?) “lobo” en latín es “lupo”, de allí “lupa” por lo del aullido, aunque una lupa también sirve para ampliar el objeto que se observa, así que todo depende del punto de vista y de qué lado de la lupa estás mirando, porque si estás debajo de una lupa, sobre todo en un día de sol, te achicharras, y entiéndalo ustedes cómo quieran.

Así que decía que en la Roma antigua las putas aullaban por las noches, y tú andabas por la calle y era una de aullidos interminables, porque es que en Roma había muchas lupas (todavía las hay), además de aquella que les dio de mamar a Rómulo y Remo. Tanto se aullaba en Roma que no atinabas a saber si había exceso de puterío o de sirenas policiales, y con eso no pretendo insinuar que los automóviles de patrulla al servicio del orden sean unas putas, que me estoy liando de lo lindo, ¡vaya por Dios!

Pero es que yo había empezado por contar que, en días pasados, mejor dicho, en noches pasadas, estuve en un lupanar. Qué sí, que estuve en un lupanar de Aranda de Calatrava y participé en una orgía fenomenal metido entre doscientas veintitrés lupas, todas las cuales aullaban y aullaban y aullaban. Aullaron toda la noche. 

Yo, cuando era joven llegaba a aullar hasta cinco veces por noche, pero ahora con un aullido me conformo.