Eran viajes imposibles, con ofertas para niños y descuentos para perplejos.
Cuando viajar era complicado o un sueño imposible, en la infancia, era maravillosos poder viajar al centro de la tierra pasando las hojas de un tebeo, o recorrer 20.000 leguas de viaje submarino dentro de un cuento ilustrado. Escuchar las aventuras de Diego Valor o del Mundo Futuro en el espacio sideral de una emisora de radio; cabalgar en una película del Oeste con Colorado Jim; o llevar el correo del Zar a caballo, con Miguel Strogoff. Todo visto y soñado en casa o en un cine de barrio. Viajando a través del tiempo desde casa, entrando a escondidas en mansiónes misteriosas; penetrando disfrazados en la cueva de los 40 ladrones, construida por las noches con ilustraciones de oro y plata de cuentos.
Coleccionar cromos de barcos, aviones y jugadores de fútbol. Cromos de las películas –Quo Vadis, Ivanhoe, Las minas del rey Salomón-, cromos de la selva y otras maravillas del mundo, coleccionarlos era poseer todo el universo en las páginas de un álbum, al que siempre le faltaba uno o dos cromos, siempre los mismos.
Aunque hubiera restricciones eléctricas y la luz fuera de gas o de quinqué, era una verdadera ceremonia secreta el hecho de leer, mirar o escuchar esas aventuras, esas maravillas, y poder viajar a otros mundos de este modo, sencillo y barato. Estar junto a luz natural de una ventana o de un balcón, con esa luz escasa y breve de la tarde, bastaba para viajar con un tebeo o un cuento en las manos. Momentos mágicos, infinitos, exóticos, con unos tesoros indescriptibles, jamás vistos, en compañía de Alí Babá o subidos a la alfombra mágica, de tantos colores.
Creo que nunca hemos viajado tan a gusto como entonces, con esos exploradores de lo maravilloso, de lo desconocido, en la gran caravana del Oeste, en la diligencia atacada por los indios, en el tren oriental de los espías, en el safari de la mina de diamantes, y, por último, el viaje definitivo en la nave espacial rumbo a la Luna, a Marte, al Sol. En el barco pirata de todos esos personajes de ficción, expedicionarios al polo norte, buscadores de la isla del tesoro, siempre en dirección a lo desconocido.
Viajes imposibles con ofertas legendarias para niños, y con descuentos de espacio y tiempo para esos otros ex-niños, que nos mantenemos asombrados y perplejos, haciendo equilibrios en la cuerda floja de la fantasía.