Vermeer, del inicio al fin

Los lunes, día del espectador



Ahora se estudian mucho estas cosas, no como a finales del siglo XIX, cuando los cuadros de un museo o galería se solían colocar ocupando, a varias alturas, unos junto a los otros, sin orden ni concierto, chafando uno el efecto del vecino, todos los muros disponibles.

En Cerca de Vermeer (Suzanne Raes, 2023), que es donde observé la secuencia que me trae por aquí, hay un ejemplo de esta preocupación actual.

Los que, más o menos, hacen de protagonistas del documental (sí: no estoy diciendo ninguna tontería) van a un semidesconocido museo de una remota provincia alemana, para intentar llegar a un acuerdo con su directora y conseguir que el Vermeer que atesoran participe también en la retrospectiva que preparan para el Rijksmuseum.

Antes de reunirse con la directora, recorren las salas de exhibición y les sorprende la calidad de su colección.

—Una colección de este nivel y las salas vacías, sin ningún visitante… —se dicen entre sí.

Pero, en ese momento, uno de ellos avanza un poco, gira la cabeza a la izquierda y, ocupando la parte frontal y central de la pieza anexa, perfectamente iluminado, un pequeño y luminoso cuadro del fondo le llama de forma poderosa la atención. Es, claro está, la joya de la corona, el Vermeer, muy poco visto, que posee el museo.

Suele pasar. Paseas por las salas de la colección permanente de un museo, vas viendo cuadros de interés, otros curiosos, pero de repente… ¡una llamarada!: dejas todo lo demás y te acercas a ver con calma esa pieza, inmejorable, que te da pie a salir feliz de la visita.

El comisario de la exposición Vermeer que más aparece en este documental que, como dice un amigo, no es tanto sobre Vermeer, sino sobre gente a la que le apasiona Vermeer, ya nos había comunicado qué le sucedió con este pintor. Conocía bastante la pintura flamenca. Le gustaba mucho Rembrandt y algún otro. Pero un día tuvo un auténtico deslumbramiento: vio su primer Vermeer y todo lo demás cedió hasta quedar colocado en un segundo plano.

Cuando Cerca de Vermeer está a punto de llegar a su final, la cámara se acerca a este experto para que nos diga algo más íntimo. Sabemos que esta será la última exposición que monte, puesto que una vez finalizada se jubilará, y nos habla entonces de que acaba de ver en Alemania el último cuadro de Vermeer que no conocía y ha sufrido el mismo deslumbramiento que le produjo, al inicio de su dedicación, el primero.

Una sensación de finitud, pero también de círculo que concluye, invade al espectador cautivo.