«Tanto tiempo ansiando escapar en cada trayecto y ahora este regreso.
Esta expedición de siempre a la vida de siempre».
Pilar Adón
Solía pedir siempre ventanilla
—cuando volaba—.
Porque dormía. Todo el trayecto.
La cabeza se me atora al contacto con los cristales. Me pasa desde siempre, dice mi madre,
—cuando decía—
desde la cajita transparente en la que no llegué a crecer lo que faltaba. Pero me dejaron salir igual.
Yo no me acuerdo. Porque era muy poco. O porque dormía.
En la nota de postdata que tengo escrita he pedido que la cabeza me la pongan en una cajita de cristal. Dormiré bien ahí
—cuando regrese—.
De momento, ocupo los asientos exteriores, traseros, aventanados. Sitúo la cama pegada a la ventana
—cuando tenía cama—
y, cada vez más, las sillas y las mesas y los divanes y los cubos de basura y los espejos: pegados a ventanas. Para poder dormir.
Me desconcierta esta falta mía de interés por lo de afuera.