Vacaciones en un hotel de muerte

Luciérnaga intermitente

 

 

Vacaciones en un hotel de muerte

donde acudes sin reserva

y siempre te acomodan.

 

Cuatrocientos diecisiete,

bonito número

cuando no se padece de vértigo.

 

Generoso ventanal con vistas:

de frente la montaña

y entre ella y yo

el murmullo del cementerio

donde hoy se juega al mus.

 

No me dieron cartas esta ronda

para que termine el poema;

quieren que les recite cuando el sol se duerma.

 

Prometen aplaudirme

con sus huesudas manos

limpias de carroña.

 

(Imagen Edward Hopper).

 


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