Una negra sombra que cae sobre la mirada

Casi lloré de emoción al ver esa escena en el cine

 

No sé si la emoción le llega al común de los mortales, pero a mí me pasa durante todo el tiempo en que Travis, el protagonista de Paris, Texas (Wim Wenders, 1984), visiblemente incomodado, nervioso, está viendo la proyección de un film familiar. Porque vengo a hablar del final de esta larga escena pero, de hecho, la emoción ya me ha llamado a la puerta mucho antes, cuando entre los personajes que aparecen en esa excursión filmada surge, radiante, Jane.

Hemos visto al principio de la película a Travis (Harry Dean Stanton) alterado mentalmente, porque, si no, no deambularía por el desierto como vemos que deambula, con la mente en blanco. Le rescatan cuando sigue unas viejas vías de tren hacia la civilización. Cambian entonces los grandiosos paisajes del principio, donde él es una hormiga en un enorme desierto, por otros de una proporción más humana. Le ponen en contacto con su hijo y va recordando que le abandonó a él y a su madre, Jane (Nastassja Kinski), tras un tiempo de alcohol y turbulencias. Justo lo que le causó el trauma que casi acaba con su vida en el desierto. Poco después le convencen para ver esas peliculitas familiares.

En Toro salvaje, Scorsese incluía, en medio de ese relato sobre el destructor mundo del boxeo, la proyección de un rollo de súper-8 (lo que luego sería vídeo doméstico), de esos que todos hemos rodado alguna vez. Es un momento trascendente, porque dejamos de estar ante el film hollywoodense, con toda su parafernalia, su sólida forma de hacer y presentarse, para tener un encontronazo directo con algo que, mal rodado, iluminado y montado, es fresco y tiene -ese sí- visos de enorme realidad.

En Paris, Texas esa sensación de realidad vuelve a llegarnos de las manos de una escena similar. Y vuelve para traer consigo el recuerdo de una vida antigua, real, pero seguramente ida ya para siempre, con lo que eso duele.

Estamos en una típica sesión de sobremesa de esas con pase de viejas filmaciones. Su hermano, la mujer de este (la también magnífica Aurore Clément), Travis y su hijo toman asiento tras la cena para ver la grabación. Lo que se ve tiene la pinta de excursión, un esplendoroso día festivo, de ellos cuatro y la gran ausente -Jane- a un lugar costero. Travis empieza con buen ánimo, girando su cabeza para ver la reacción de su hijo cuando este sale en esa grabación con ya un tiempo a cuestas. Pero su hijo parece, en realidad, más atraído por las evoluciones en la pecera de la sala que en lo que se ve en la pantalla. Es a Travis al que las imágenes le empiezan a remover algo por dentro.

Su hijo aparece en la pantalla en brazos de una figura que hasta entonces sólo se veía fugazmente, pero de repente la cara de esta ocupa todo el cuadro y él no puede sino bajar la mirada, apesadumbrado. Pero la cinta sigue. En ella se ve a continuación a Jane de cuerpo entero, libérrima, girando como peonza sobre sí misma en la arena y, poco después, sonriente, dando un abrazo de oso a Travis. Él se refugia en la sala, en la oscuridad, con los brazos cruzados, desolado, y nosotros, que nos identificamos, pensamos en esos momentos de felicidad que estaban ahí, esas sonrisas que teníamos a nuestro alcance y que, inconscientes, no aprovechamos como debiéramos. Con lo difícil que será ya reproducir en el futuro a los unos y a las otras. Y, a todo, para que la emoción nos llegue ya casi incontrolable, va sonando la musiquilla que, como un leitmotiv, Ry Cooder compuso para la película.

El pase del rollo de film súper-8 llega a su fin. Ahora ya nadie lo tendrá presente, pero cuando eso sucede se oye el ruido del final de la pequeña tira de celuloide saltando, libre ya de la bobina vacía, luego haciendo sus últimos recorridos por los rodillos del proyector y, finalmente, golpeando una y otra vez en la otra bobina que, llena, ha ido recogiéndolo. Mientras, el haz luminoso del aparato llega de pronto, sin obstáculos, a la pantalla. Todo eso pasa también aquí, hasta que el hermano de Travis reacciona y desconecta el motor del proyector. En ese momento la oscuridad, en forma de una negra y pesada sombra, cae sobre la mirada de Travis.