
Curtis Bernhardt en una fotografía del set de Million Dollar Baby, película de 1941.
A veces uno se sorprende de no estar familiarizado con un director como Curtis Bernhardt (1899-1981), relegado a la segunda división del cine en el brillante Hollywood de los años 40 y 50. Quizá su artesanía no pudo competir con otros creadores que como él aparecieron por la meca del cine huyendo del nacionalsocialismo. Porque Bernhardt era alemán (nacido en Worms, bajo el nombre de Kurt Bernhardt), era judío y fue perseguido por los nazis. En aquellos días, también Fritz Lang salió por piernas de Alemania a pesar de que Goebbels le ofreciera el cargo de director de la UFA, el gran estudio cinematográfico alemán que acababa de ser nacionalizado. Aquella misma tarde —según testimonio del propio Lang— cogió el tren y abandonó Alemania, su prestigio como cineasta e incluso a su esposa, afiliada hacía poco al partido de Hitler.
Junto a Fritz Lang y Michael Curtiz (este de origen húngaro), Bernhardt se aplicó a dirigir películas en Norteamérica con un estilo propio, situado entre las concesiones al clasicismo de Curtiz y las discordancias con la industria de Fritz Lang. En ese terreno intermedio, Bernhardt desarrolló una larga carrera cinematográfica que incluye algunas obras maestras del cine negro, filmes biográficos y melodramas, sin alcanzar la notoriedad de aquellos otros directores. Me propongo aquí recuperar su filmografía y tratar de comprender por qué Curtis Bernhardt cayó en el olvido, sobre todo tras sus últimas producciones, a mitad de los años 60.
No he conseguido ver nada de la etapa alemana de Curtis Bernhardt, que se extiende desde 1925 a 1932, con un total de once películas, y que algunos consideran fundamental. Lo siento. Tampoco he podido conseguir los filmes que llevan el título en francés y rodó en ese país entre 1933 y 1940, tras haber huido del régimen nazi. Su última producción en Francia fue Noche de diciembre (Nuit de décembre), un melodrama sobre un pianista de éxito, perdidamente enamorado del recuerdo de una joven admiradora. Lo que sí sabemos es que Bernhardt se mudó en 1940 a Hollywood para trabajar a las órdenes de la Warner y dirigir allí su primera película americana (My Love Came Back), una comedia romántica que aquí se llamó De nuevo el amor, con Olivia de Havilland, un violín y un novio como Jeffrey Lynn. Es bonito recalar en películas como esta, a caballo entre la comedia y el melodrama, con abundantes equívocos que mueven a la sonrisa y abren paso hasta el esperado beso final.
De ese mismo año es la película donde Bernhardt recrea la vida de la actriz Leslie Carter con el empresario teatral David Belasco, interpretada por Miriam Hopkins en el papel de la pelirroja del título (Lady With Red Hair, 1940), y Claude Rains como el imperioso empresario con el que Hopkins se reconcilia al final del drama.
En 1941 dirigió una comedia romántica titulada Million Dollar Baby, con Priscilla Lane, Jeffrey Lynn y Ronald Reagan, con enredos, dinero de por medio y el inevitable amor entre la protagonista y el guapo de Reagan que, además de apuesto, es compositor y sabe tocar el piano.
Después llegó Pies inquietos (Juke Girl, 1942), filme no exento de atractivo. Ambientado en los años de la gran depresión, plantea la lucha entre los campesinos y el mandamás del pueblo. De un lado, Ronald Reagan, en el papel de un joven con ideales, honrado y combativo; de otro, Gene Lockhart, como el despreciable multimillonario que carece de piedad. Además, está Ann Sheridan, la chica de alterne de la que se enamora Reagan. La película tiene un aire testimonial, así que tras su estreno fue vetada en los cines hasta 1965. La estructura del filme es la de un western (los forasteros que llegan al territorio hostil, el salón del pueblo y su atractiva cantante, el ricachón malvado, el cruel capataz, las peleas a puñetazos, el intento de linchamiento por parte de una multitud exasperada…) pero con la apariencia de un drama romántico. Esta es una de las peculiaridades del cine de Bernhardt: narrar historias mezclando géneros que, a su vez, se complementan.
Retorno al abismo (Conflict, 1945) es otro caso similar. En este filme, el suspense con ribetes psicológicos se combina con un aparente crimen perfecto y una historia de amor frustrado. El protagonista —Humphrey Bogart, cojeando (literalmente) durante todo el metraje— se enfrenta a un Sidney Greenstreet que, como buen psiquiatra, lanza cuñas incisivas sobre el amor, el matrimonio y el asesinato que, de alguna forma, anticipan el desarrollo de la película. Guion sólido, buena fotografía, actuaciones brillantes y mucho misterio. Ya sé que los listillos serán capaces de prever el final antes que se produzca, sobre todo si atienden al título en castellano, porque “Retorno al abismo», lo dice todo. Aun así, recomiendo disfrutarla olvidándose del truco, que lo hay, como hacemos los buenos aficionados a las sesiones de magia.
Esa actitud también la recomiendo para ver Mi reputación (My reputation, 1946), melodrama interpretado por una Barbara Stanwyck que, por una vez, se aleja del papel de mujer fría, ambiciosa y calculadora al que nos tiene acostumbrados, para encarnar a una mujer débil, incapaz de rehacer su vida sentimental tras la muerte de su marido. “Es mi mejor película”, declaró Barbara Stanwyck en una ocasión. En este filme, Stanwyck se enfrenta a una madre clasista y entrometida, a los cotilleos de una sociedad tremendamente conservadora y a la presión afectiva de sus hijos, que no comprenden los devaneos amorosos de su madre con un irónico George Brent en el papel de galán redentor. Magnífica fotografía y música de Max Steiner para una película romántica que podría haber sido muy grande en manos de Douglas Sirk, por ejemplo, y que aquí se conforma con ser una buena historia bien contada.
Ese mismo año, Bernhardt rodó con Bette Davis y Glen Ford Una vida robada (A Stolen Life, 1946), un descafeinado melodrama con dos Davis en lugar de una (es una película de gemelas, la buena y la mala) y que no supera el nivel de lo puramente correcto, y Predilección. La vida de las hermanas Brontë (Devotion, 1946) un filme biográfico sobre las autoras de Jane Eyre, Cumbres borrascosas y Villette, película que se ha resistido a todas mis pesquisas y no he podido ver.
En el año 47, Bernhardt realizó los que quizá sean sus mejores filmes hasta la fecha. Amor que mata (Possessed), con Joan Crawford y Van Heflin, y Muro de tinieblas (Hight Wall), con un Robert Taylor encerrado en un psiquiátrico, tras haber confesado el asesinato de su esposa. Allí, una bella doctora (Audrey Totter) se encargará de esclarecer el misterioso caso del asesino confeso. Otro thriller psicológico, en esa época en la que Hollywood descubrió el psicoanálisis y el suero de la verdad. Bernhardt nuevamente hace aquí un buen uso del flash back y consigue mantener la intriga a pesar de que a mitad del relato ya conocemos al verdadero culpable: un atildado Herbert Marshall, oculto tras la apariencia de un editor de libros religiosos.
En Amor que mata (Possessed), de nuevo Bernhard aborda el relato psicológico de una obsesión que, en este caso, deriva en esquizofrenia: el amor apasionado de Joan Crawford por un Van Heflin que prefiere la libertad al sometimiento. Su obsesión llevará a la protagonista a casarse con otro hombre por despecho, sufrir ataques de celos y, finalmente, cometer un asesinato. La película roza a ratos el cine de terror, aunque —código Hayes mediante— hace depender la maldad de la protagonista de su condición de enferma mental. El fondo de perversión de la cinta permite emparejar Amor que mata con otras obras de Lang o Siodmark.
En 1951 Bernhardt tuvo ocasión de volver a dirigir a Humphrey Bogart en una especie de remake de Casablanca (Michael Curtiz, 1942). Sirocco (1951) está ambientada en Damasco, con los franceses como fuerza pacificadora frente a la guerrilla siria, y con Bogart en el papel de un cínico traficante de armas, a quien le gusta una bellísima mujer (Märta Torén), que es la protegida de un aburrido (y pacifista) coronel francés, interpretado por Lee J. Coob. La película no tiene desperdicio, aunando elementos del cine bélico, del film noir y del relato de aventuras. Bogart está fenomenal. Lee J. Coob exhibe su tristeza avinagrada durante todo el metraje. Ella es fascinante (y peligrosa). Los sirios, crueles, traicioneros y nacionalistas. Estamos ante otro buen trabajo de Bernhardt que podría enmarcarse en una especie de cine negro, subgénero intrigas exótico-militares tipo Casablanca, aunque debe quedar bien claro que, a pesar de las frases publicitarias que acompañan al filme, esta película no es Casablanca ni pretende serlo. «Más allá de Casablanca —reza la publicidad— en Damasco… el destino, con un vestido escotado, llama desde la puerta del diablo». ¡Como para no ir a verla!
Por cierto, he averiguado que la deslumbrante actriz que ejerce de femme fatale en esta película (la sueca Märta Torén) fue considerada “la próxima Ingrid Bergman”. Trabajó mucho en cine y teatro, se prodigó con escritores, compositores y artistas, se casó en 1952 con un señor dieciocho años mayor que ella, tuvo descendencia (una niña preciosa) y murió sobre el escenario a los 31 años de un derrame cerebral. Una lástima. La muerte no respeta bellezas ni trayectorias luminosas.
La próxima semana aparecerá la segunda parte de este repaso a la cinematografía de Curtis Bernhardt.