La Seguridad Social, curiosamente, me ha liberado de una fidelidad que mantenía desde hace años: se ha jubilado Tomás, mi peluquero de toda la vida. Esa jubilosa circunstancia ha hecho que, por fin, pueda entrar en una peluquería que regenta un muchacho de aspecto magrebí. Es temprano y quiero ser el primer cliente, ya que otra de mis muchas manías es que aborrezco hacer colas. En la puerta veo al joven, afanado, limpiando los cristales.
—Buenos días.
—Buenos días, amigo, pasa por favor —me contesta.
Se llama Ahmed, es guapetón y tiene un mostacho considerable. El local está reluciente y en un rincón se oye a todo trapo —¿podríamos decirlo así?— una radio con música árabe, y exhortaciones regulares y monótonas que parecen rezos.
Al sentarme, me ha preguntado de qué número me gustaría el corte. A mi desconcierto inicial, ha seguido una regresión espacio-temporal: estoy en el CIR 14 de Son Dureta, 8ª Compañía, en Palma de Mallorca. A los castigados, le aplican el temido «pelado al 0».
He sonreído nostálgico a la vez que animado, he levantando la voz, como si fuera una orden que nos daría un instructor de campamento, y he dicho:
—¡¡Al 0!!
—¡Eso es mucho, amigo! Mejor al 2 o al 3 —me ha respondido.
He quedado un poco contrariado, pero como quiero caer bien a Ahmed he dado la contraorden:
—¡Pues al 2! ¡Adelante!
He salido, minutos después, niquelado y convertido en un recluta de la tercera edad ¡por cinco euros!
Soldadito español, / soldadito valiente.
El orgullo del sol / es besarte la frente.