
¿Está la luna cuando no la miro?
La física cuántica dice que las cosas no están definidas cuando no miramos.
–Ignacio Cirac–
Hace un día frío y soleado de invierno, pero cuando salimos de la charla sobre física cuántica los árboles todavía permanecen blancos. El discurso nos ha conmovido tanto que durante un rato nos olvidamos de medir el tiempo y dividirlo en casillas simétricas como las de un reloj.
Tampoco los rayos de sol pueden medirse. Desde que Schrödinger confesó que no podía dilucidar si dormía con un gato o con un perro ya nada se puede medir.
Y le hemos cogido gusto a eso de no medir, no medimos las palabras ni las distancias, tampoco los abrazos ni los meses del año. Por fin hemos abandonado las operaciones matemáticas para siempre: ¡con lo del gato ya no hay modo de saber si lo que vemos es un dos o un tres!
Nunca hubiéramos imaginado que la vida sin medirla se cubriría de tanta belleza. Ya no hay jerarquías, y todo ocurre sin esos absurdos adjetivos que limitan la experiencia del vivir.
Todo ello hace que también a ti te vea de otra forma, y ahora lo sé, sé que te quiero sin ti, pero conmigo. Es como un te veo y no te veo, pero siempre estás ahí.
Sé que también tú me quieres así, sin mí y contigo. ¿Quién nos iba a decir cuando conocimos a Schrödinger y su no gato, que desde entonces la nuestra sería una historia de amor perfecta?
Desde el salón, mientras lo comentamos, nos parece ver un gato tan blanco como la nieve asomar por la ventana, y nos preguntamos si en realidad no será negro como el hollín… aunque lo meditamos un poco más y se nos ocurre que tal vez tampoco nosotros estamos ya en el salón.
Imagen @benjaminwolf