Test de salud mental con los acordeonistas en el metro

Ultramarinos y coloniales

 

Si al escuchar un acordeonista en el metro…

 

—Te indignas y lo estrangularías, tienes furia asesina o quizás exceso de cafeína.

—Lo matarías de lo mal que toca, pero empiezas a pensar minuciosamente de qué manera puedes ejecutarlo y torturarlo y cómo te desharás del cuerpo para que no te descubran, y mientras pasas delante de él, le sonríes e incluso le dejas una moneda, eres psicópata.

—Quieres llorar de lo mal que toca, o de como esa melodía tan bellamente ejecutada te recuerda otro periodo de tu vida, cuando aún eras feliz, tienes depresión aguda.

—Te gusta mucho cómo toca y te pones a bailar y al cabo de cinco segundos lloras de lo mal que toca, y de nuevo te pones eufórico a bailar, eres bipolar.

—Al pasar junto a él ves que tiene tres brazos y cinco piernas y, hablando en un idioma que no conoces pero entiendes perfectamente, te ordena que pegues a tu madre, eres esquizofrénico.

—Si ves cómo toca el acordeón arriba y abajo pero tú sólo oyes el mismo ruido que cuando se cae tu batería de cocina al suelo, tienes amusia.

—Si te enfadas y pones mala cara y piensas que por qué toca ese tema y precisamente ahora, que te parece intolerable, que quién le ha dicho que tocara eso y justo cuando pasas tú, y te vas sulfurando más y más a cada momento y vas hacia él y de forma agresiva le increpas si tiene algo contra ti, que qué le has hecho tú, que quién le ha mandado tocar eso, eres paranoico.

—Si no te gusta cómo toca o quizás sí, pero no tienes suficiente criterio para evaluarlo, y decides que sí te gusta, y reconoces que el pobre tiene que ganarse la vida y decides darle una moneda, pero no estás seguro, quizás no se la merece, y examinas bien cómo va vestido y si realmente se merece tu limosna, y además tienes que decidir cuánto piensas darle, y cómo fraccionarás en monedas, si le darás muchas pequeñas, o quizás una sola más grande, y piensas además que tendrás que darles a todos los que te cruces a partir de ahora, pero claro, eso sería injusto para los músicos que realmente tocan bien y se merecen la limosna y no éste, y sigues dando vueltas de modo frenético y compulsivo arriba y abajo y él empieza a mirarte asustado, y al final sales corriendo pero con ganas de volver y dejarle una moneda, eres neurótico.

—Si te deja indiferente, estás perfecto.