Brazos: Practícalo cuando te atenace el hastío existencial.
Agarra en cada mano una excusa de las que te pones para no levantarte del sofá. Comienza colocando los brazos, pesados como plomo, formando un ángulo de 90° hacia arriba, aunque te cueste un mundo. Estira los brazos hacia el techo de tu aburrimiento mortal y vuelve a colocarlos en la posición inicial de desesperanza ante la vida.
Abdomen: Indicado para cuando un terror impreciso se apodera de ti.
Túmbate con las piernas encogidas de miedo. Mantén los escalofríos que te recorren la espalda y las plantas de los pies que desean huir apoyados en el suelo, sin pensar en las alimañas que reptan por él. Estira los brazos temblorosos hacia delante y, sobreponiéndote a la parálisis producto del pavor, eleva el tronco hacia las rodillas.
Piernas: Especial para los momentos de derrota insuperable.
Empieza en la difícil posición de colocarte de pie. Doblando las rodillas, como no podía ser de otro modo, dirige el glúteo hacia atrás en postura sumisa como si fueras a sentarte en una silla, aunque sospeches que alguien te la quiere robar, hasta que las piernas formen un ángulo de 90°. ¡Importante! Mantén la espalda recta en espera del siguiente latigazo y procura que las rodillas no sobrepasen la punta de los pies o recibirás el correspondiente castigo.
Te recomendamos practicar con asiduidad los distintos ejercicios. No te servirán para escapar del mundo, cruel y despiadado, pero verás mejorar día a día tu forma física.