Sueños lúcidos

Leído por ahí


Estamos hechos de la misma materia de los sueños,

y nuestra pequeña vida termina durmiendo.

William Shakespeare, La Tempestad

Movido por un artículo de Juan Arnau [1], que es especialista en filosofías orientales, me lanzo a investigar sobre la noción de “sueño lúcido”, que es una variante del sueño normal en la que el durmiente puede intervenir en el desarrollo de lo que está soñando. Por lo visto se trata de una práctica que se conoce desde antiguo (hay textos budistas del siglo VII que hablan de ello) y ha sido estudiado con seriedad desde 1867 por el especialista en sueños Léon d’Hervey de Saint-Denys, en su obra Rêves et les moyens de les diriger (Los sueños y cómo controlarlos), obra que no he podido localizar en ninguna biblioteca pública. A cambio, sí que he conseguido el libro de Dylan Tuccillo y compañía que promete guiar al lector en el arte de navegar por los sueños: Sueños lúcidos. Una guía para dominar el arte de navegar por los sueños [2]. Se trata de un manual en el que tres jóvenes experimentados en onironáutica —que es otro nombre que recibe la habilidad de intervenir en los propios sueños— explican cómo practicar ese arte a fin de mejorar la vida del durmiente.

Como saben perfectamente mis lectores la función de este editor es comentar y aconsejar sobre lo que va leyendo, de modo que también en esta ocasión me esforzaré por informarles sobre el asunto. Tanto más cuando se trata de un tema que, a pesar de haber sido abordado por la ciencia desde finales del siglo pasado (me refiero a la psicología experimental), sigue pareciéndome muy controvertido. Brevemente y aunque pueda resultar polémico afirmo que la noción de sueño lúcido me parece absurda, puesto que la lucidez implica claridad de ideas, esto es, conciencia, y la conciencia es una actividad propia de la vigilia y no del sueño. En otras palabras, mientras estoy soñando no puedo estar consciente y, a la inversa, si estoy consciente no puedo estar soñando. (Puedo soñar lúcidamente en sentido figurado, como cuando digo que sueño despierto. Eso de soñar despierto sí está al alcance de cualquiera, sin necesidad de guía de navegación alguna).

Los autores del citado manual enumeran algunas condiciones que han de cumplirse para que podamos hablar de sueño lúcido, entre ellas:

—El soñante es consciente de que está soñando.

—El soñante dispone de libre albedrío.

—El soñante cuenta con las capacidades normales de raciocinio.

—Su percepción de los cinco sentidos es comparable al de la vigilia.

Las condiciones son algunas más, pero éstas son las fundamentales. Creo que podemos identificar esas condiciones con las necesarias para decir que estamos… despiertos. ¿Cómo es posible, entonces, que sean las propias de un “sueño lúcido”? ¿Libertad de decisión para enfocar el sueño en una dirección u otra? ¿Uso de las capacidades normales de raciocinio? No deja de ser paradójico que se pretenda manejar el sueño con una libertad y una lógica racional que incluso estando despiertos no resulta fácil ejercer. A pesar de lo cual, Tucillo y compañía insisten: es un arte que se puede aprender y se aprende.

El libro desarrolla entonces un programa de actividades para dominar la técnica onironáutica: hay que empezar por recordar los sueños, anotarlos, mantenerse lúcido mientras nos dormimos, aprender a hacerse preguntas soñando, conectar con los habitantes de nuestros sueños y, paso a paso, controlar las pesadillas, sanar enfermedades a través del dominio de los sueños y alcanzar la plenitud vital. O sea, un programa que pretende extender a la vida del durmiente las exigencias que convierten en racional la vigilia. ¡Como si no tuviéramos suficiente con organizar nuestra vigilia como para tener que dominar también ese periodo de escape nocturno que nos ofrecen los sueños! Me niego.

Moraleja

Considerando lo anterior, trate de guiarse en lo sucesivo por las normas siguientes:

—Seguramente alguna vez habrá tenido usted algún “sueño lúcido”. Los investigadores dicen que hay un elevado porcentaje de personas que los tienen. Pero una cosa es experimentarlos por pura chiripa y otra tener que trabajarlos para que se produzcan voluntariamente y sigan una pauta determinada.

—¡Basta ya de tanto trabajo! ¡Dejemos los sueños en paz! Es preferible dormir y soñar con plena libertad, sin intervenir en los sueños. Hágame caso y si quiere tener sueños lúcidos imagine cosas durante el duermevela. Soñar despierto es muy gratificante.   

—Confieso haber experimentado algunos “sueños lúcidos” antes de haber oído hablar de ellos. Incluso, en una ocasión, soñé que despertaba y, soñando, analizaba el significado de mi sueño. Una experiencia agotadora. ¡Es mejor soñar sin trabas lo que al cerebro le dé la gana! Quizá el sueño sea el último reducto de libertad que nos queda. ¡Defendámoslo frente a los onironáuticos!


[1] Juan Arnau: “Sueños lúcidos”: guía para desarrollar este estado alterado de conciencia. El País, 22 de julio de 2022.

[2] Dylan Tuccillo, Jared Zeizel y Thomas Peisel: Sueños lúcidos. Una guía para dominar el arte de navegar por los sueños. Barcelona: Urano Ediciones, 2014.