Es ritmo, gota a gota, lo que la lluvia que cae dicta, o, quizás, palabras monosilábicas de un lenguaje arcaico que adormece. «Plic, plic, plic», escuchaba la rana, «Plic, plic, plic», debajo del agua. Mas la ciudad es pobre en batracios y rica en construcciones trufadas de sofás, de dos y tres plazas, en los que languidecen, haciéndose, paradójicamente, fuertes, humanoides sedientos de la cantinela de las precipitaciones primaverales que no entienden. Deseamos jeroglíficos fáciles de resolver, pero escasean y, por ello, nos conformamos con cadencias, ritmillos telúricos y otras migajas urbanas. Gota a gota, seguiré contando.
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