Mi retrato de familia lo componen seis figuras. Un hombre, una mujer, tres niñas y un niño. El que está en el centro es mi padre; nos abarca con sus largos brazos y todos sonreímos.
Un día miré la foto y él no estaba. En la imagen solo aparecíamos nosotros, mirando a la cámara, manteniendo la posición, esperando instrucciones.
Desapareció del retrato durante años.
Cada cierto tiempo, yo miraba esa foto, pero ni rastro de él. En otras sí que estaba; pensativo en un café de París, caminando alegre por una concurrida avenida, o brindando con amigos en una antigua taberna Art Déco. No paraba quieto.
Creí que no volvería más, pero un buen día, abrí el álbum y allí estaba. Ocupaba su lugar en la foto familiar, nos volvía a abrazar con sus largos brazos y todos sonreíamos.
—Quietos…
¡Flash!