Se anuncia por calles y tabernas del barrio que han llegado al puerto de Barcelona barcos mercantes cargados de libros con derecho a devolución. Cajas y cajas de libros no vendidos que ahora serán devueltos a su seno, a los almacenes de las editoriales. Las cuales ya afilan sus guillotinas para reducirlos a mero papel. Restos de libros transformados en pasta de papel que servirá para otros usos. Por ejemplo, una vez industrializados los cadáveres de los libros, sus esqueletos de pasta de papel podrán ser enrollados, embalados y destinados a una distribuidora del tan necesario y no siempre bien ensalzado rollo de papel higiénico.
Novelas, cuentos, ensayos y poemas, muchos poemas, manufacturados y convertidos en hojitas de papel higiénico (sencillas o dobles), blancas o de vario color y con dibujitos: tal es el futuro que ni los más sagaces narradores de ciencia ficción habían imaginado para sus historias futuribles.
Los más críticos del barrio opinan que con ello se vulnera el destino propio del libro, puesto que, al convertirlo en piltrafa de papel, se le da una función social distinta a la prevista. Los más jóvenes e informatizados consideran, por el contrario, que, a efectos prácticos, es más útil una hoja de libro, de superficie refinada y no rasposa, que no una vulgar hoja de periódico que dejaba entintadas y afectadas las partes traseras de sus antepasados.
Y los poetas del barrio, ¿qué es lo que opinan? ¿Siguen con su silencio, como siempre, esperando a que se arriesguen los prosistas? No, ellos, los poetas —advierte el más experimentado en asuntos domésticos—, ya están acostumbrados a tales cargas y descargas de papel impreso, y no se alteran cuando les hablan de devoluciones, almacenamientos y cabezas de libros guillotinados en masa. En cierto modo, ahora incluso se sienten más solidarios, más acompañados en el sentimiento trágico del fatal destino de sus poemarios. Algunos comentan en voz baja: «Seremos guillotinados en comunidad: todos juntos, novelas, cuentos, ensayos, poemarios, sin aquella discriminación y persecución social de la que hemos sido objeto a lo largo de nuestra épica historia».
Dibujo: Antoni Samarra i Tugues (Ponts, 1886-Cabrera de Mar, 1914), Descarregant un vaixell (Descargando un barco).