Es irrelevante que tengas razón cuando estás en minoría numérica o de decibelios. La verdad se abre camino entre sofismas y aspavientos, amigo mío. Suele empezar por una premisa falsa, pero tan alto y claro que no deja lugar a dudas; no oses cruzarte en el camino de ese discurso tramposo que rompe la barrera del sonido. Si quieres un consejo, simplemente, sonríe y espera que pase la galerna; si hay una tregua duradera, cuando amaine, sigue sonriendo y añade algo, mas nunca restes, pues cualquier objeción puede ser usada en tu contra… siempre (suelen ser personas rencorosas). Y esa es la realidad, la verdad no importa.
Me declaro voluble. No relativista, o no del todo, pero voluble. Asisto a verdades que me subyugan desde posiciones antitéticas en diversos temas. Con la edad he descubierto a otras personas que también padecen esa condición voluble. No siempre lo tenemos claro. Hay quienes nos tachan de veletas, o quienes nos consideran seres sin personalidad. Intentamos dar nuestro parecer y podemos conseguirlo, salvo que demos con los tajantes. Porque las personas no se dividen en bandos opuestos, sino en volubles y tajantes. Entre los tajantes hay quienes escuchan y quienes no. Los que escuchan puedes detectarlos porque, cuando te están arrollando con su expresividad, mantienen un radar oculto para enmendarte cualquier literalidad y sacarle provecho a tu costa. Ese tipo de tajantes son los que nos ocupan.
«¡Has dicho tal!» o «¡has dicho cual!». «¡Sí, sí lo has dicho!».
Te sacan años de experiencia polemizando sobre el sexo de los ángeles y, lo que es peor, se vanaglorian de ello. Cuentan sus logros por debates ganados, que, básicamente, se reducen a la ausencia de respuestas de los contrarios, hasta las narices de enredarse y desenredarse en la misma telaraña. Nada puedes hacer para frenar su discurso, pues les guía la envidia con la que te excluyen para erigirse en líderes. Acabarás siendo ignorado, no debes preocuparte, no merece la pena y no debes alimentar su ego: no porque sean gotas en la lluvia, sino más bien porque son gremlins en la ducha. Da igual si es gente que realmente sabe o no; les importa el poder sobre ti y sobre todos quienes se acerquen; no dudarán en abjurar de sus amistades y hasta de su madre (mientras no se la mienten); conocen bien sus limitaciones y les vale con crearse una claque. Ya sabes que el tajante saca tajada, pero su camarilla también. Pero no abandones, pues tienes una oportunidad.
Camúflate, juega con su hipocresía, sígueles el rollo, sigue sonriendo. Ayúdales a crear sus castillos en el aire, anímales a seguir soñando mostrándoles empatía cuando lo pidan. Sin venderte. Nunca. Si les interesas, seguirán pujando. No les provoques, reserva tu humor para los amigos, que siempre te aman, sin condiciones. O, en todo caso, escribe. Y, si te apetece, da un paso más: publica. Darás tu opinión les guste o no, te lean o no, y, sobre todo, desde la soledad a la que te marginan estos tipejos, podrás expandirte. Pero si después de todo no has encontrado suficientes argumentos para escribir, te sugiero que imagines todas las formas de expresión posibles y que trates de expresarte con alguna de ellas. Creo que nadie puede ahogar tu voz, pero puedo estar equivocado. ¿Tú qué opinas?