Moscas amaestradas

A la vuelta de la esquina

Hace ya un tiempo nos llegó la información sobre unas obras de protección de las tumbas de un cementerio invadidas por enjambres de moscas parasitarias, pequeñas y amarillentas, que nacen de los cuerpos en descomposición del cementerio del Buceo (Montevideo) y conforman una parte de lo que se denomina “fauna cadavérica”. Y añade el informe: “Por la disposición de los nuevos nichos se potencia la acumulación y dificulta el proceso de descomposición de los cuerpos (…) Es un gran habitáculo de varios pisos, sin reparticiones horizontales, lo que permite el goteo entre los féretros”.

Al parecer, también en otras zonas del mundo se viene multiplicando la presencia pertinaz de aluviones de moscas en las calles, en las casas y en los cementerios. Especie de moscas cuya acción parasitaria se desarrolla con preferencia en el musgo de las resquebrajaduras de las tumbas, donde se fecundan unas a otras hasta llegar al corazón del sepultado, el cual, inerte por causas naturales, no puede espantarlas con un simple manotazo de izquierda a derecha.

Corre la leyenda de que algunos editores de novelas cocinadas, antólogos viciados y críticos literarios del mal vivir y peor criticar, se han visto involucrados e importunados en su reposo merecido por la invasión de tales moscas, inmunes a las fumigaciones, según cuentan los perplejos del barrio. Es más, se da el caso sorprendente de que en las tumbas de esos emprendedores de la cultura, las moscas parasitarias -en un alarde más de potencia invasiva y creativa- van deponiendo cagadas de mosca en los intersticios musgosos de la piedra sepulcral, como si dibujaran un poema visual o la primera frase de un best-seller. Algunos sospechan que pueda tratarse de la venganza simbólica de una secta de poetas resentidos, maltratados en vida por tales difuntos, y que se dedicarían al cultivo y amaestramiento de moscas cojoneras con el malvado fin de perturbar el descanso, ganado a pulso, de tales cuerpos emprendedores.

Malpensados y maldicientes murmuran, por ateneos y bodegas del lugar, que hay familias de esas moscas que proceden del Mediterráneo, concretamente de un vivero o charca situada junto a las costas de Barcelona. La noticia no aclara, sin embargo, qué tipo de vida se reproduce en esa charca del Mediterráneo, ya que nos resulta impensable y de todo punto absurdo que se dediquen a la reproducción y expansión de la mosca parasitaria, cojonera, como especie protegida.