Melancolía: ayer y hoy

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La melancolía y su diacronía han despertado el interés de psiquiatras, antropólogos y amantes de la historia y de las letras. El antropólogo y sociólogo mexicano Roger Bartra se adentró en ese estado del alma en el ensayo Cultura y melancolía (2001); Bartra concluye que la melancolía es una piedra fundamental de la cultura moderna y que su eclosión en la España del Siglo de Oro y su posterior deriva son indispensables para entender las espectaculares expresiones ilustradas, románticas y existenciales de la Europa de los siglos XVIII, XIX y XX.  

El origen y las especulaciones acerca de la melancolía o las enfermedades del alma se remontan a los tiempos de Hipócrates y Galeno, quienes establecieron la teoría de la bilis negra. Roger Bartra explica que esa teoría fue difundida por diversos médicos y traductores antes del Siglo de Oro, de los cuales me ha llamado la atención la contribución que realizó Constantino el Africano.   

El Africano fue un musulmán converso que se dedicó a traducir textos árabes al latín en el siglo XI y sus textos contribuyeron al renacimiento intelectual europeo de la alta Edad Media. Sus traducciones y versiones de los grandes pensadores árabes tendieron un puente entre la cultura cristiana y la antigüedad, y dieron a conocer a Hipócrates y Galeno. El Africano se convirtió en una especie de Prometeo que había traído a Europa la avanzada ciencia médica del islam.

Uno de los textos que el Africano dio a conocer fue De melancholia, que establece los principios galénicos según los interpretó la medicina musulmana. Era la traducción de un tratado escrito por Ishaq ibn Imran, un gran médico de Bagdad, en el que advierte que la melancolía ataca a los que son excesivamente religiosos, a los que trabajan demasiado con el pensamiento, a los estudiosos que han perdido sus libros y a los que se han quedado sin su bienamado. Según Ishaq la melancolía era una bilis que provocaba sentimientos de soledad y abatimiento en el alma.

En el siglo XII la cultura europea se obsesionó por los espacios individuales y la definición del yo, y la medicina árabe se ocupó de dar respuesta a esa obsesión. El Africano tradujo al latín un texto de un médico persa, Haly Abbas, titulado Pantegni (Al-Kitab al-Malaki), en el que se consideraban tres fenómenos como parte de una misma enfermedad: la melancolía, la licantropía y el mal de amor.  

En el siglo XIV el médico catalán Arnau de Vilanova conoció a fondo la medicina árabe que se divulgaba a través de traducciones como las del Africano y en su Practica medicinae asimiló la melancolía y la manía. La ciencia médica española del siglo XVI heredó todo ese bagaje tradicional sobre la melancolía y en el Siglo de Oro ya se convirtió en una preocupación médica, cultural y política, como lo demuestra la famosa obra teatral de Tirso de Molina, El melancólico, y la comedia atribuida a Lope de Vega, El príncipe melancólico. La corte se convirtió para algunos en un infierno, y la melancolía en una enfermedad diabólica que atacaba a los adoradores de los poderes y los placeres mundanos.

España fue el gran difusor de la melancolía en Europa. Bartra se sumerge en la creación del Quijote y muestra cómo la novela de Cervantes recoge la antigua preocupación de la melancolía y la somete a una mutación tan extraordinaria que logró insertarla en forma duradera en la cultura europea. En el Quijote la melancolía es una elección, un acto de voluntad y una afirmación de la libertad. En los albores de la modernidad se convirtió en un gran mito; el arte, el pensamiento y la literatura siempre la abordaron. Víctor Hugo se refería a la melancolía como la felicidad de estar triste.  

Bartra ha ampliado el estudio de la melancolía con dos ensayos más: El duelo de los ángeles: locura sublime, tedio y melancolía en el pensamiento moderno (2004), en el que reflexiona sobre el influjo de la melancolía en Immanuel Kant, Max Weber y Walter Benjamin; y La melancolía moderna (2017), en el que analiza algunos personajes de distintos ámbitos (social, político, filosófico y artístico) que se han visto envueltos por esa dolencia como Lincoln, Churchill, Kierkegaard, Munch, Hopper, Poe, Baudelaire, Goethe, entre otros, y reflexiona sobre algunas representaciones artísticas en las que asoman la tristeza, el ensimismamiento y la soledad.  

En esta última obra, las reflexiones de Roger Bartra sobre ciudades vacías en las pinturas de Giorgio de Chirico (1888-1978) y sobre personas solitarias y tristes en las pinturas de Edward Hopper (1882-1967) invitan a pensar sobre el pasado, y también sobre el inmediato presente.

El confinamiento a causa de la pandemia de la COVID ha dejado durante un tiempo ciudades vacías, como las pintadas por Chirico; ha creado soledades urbanas, como las pintadas por Hopper; la desorientación y la muerte han campado por doquier, y han aumentado la tristeza y la melancolía. Si la melancolía ha acechado la vida de miles de personas en este 2020 pasado ante el desafío de cómo vivir, el desafío de 2021 será cómo sobrevivir.

 


Ilustración: Morning sun. Óleo de Edward Hopper