Me eres tanto que me basta, que me da igual no serte yo.
No ha hecho falta ni señal equivocada.
No hay ninguna carta que diga que te existo
pero la alegría que creces en mí ya me rebosa.
Fíjate si es gigantesco tu despertarme
que incluso hay momentos en los me parece bien que para ti yo esté durmiendo,
en los que me asusta reventarme de llenura si me das tú una miga queriendo.
O a lo mejor es que me engaño
para que no llegue a los postres esta bacanal de posibilidad
que me tiene embravecida en el placer de la gula.
Esto amor no sé si es, pero es locura. De la buena. Y la quiero.
Así que voy a conjurarme para no preguntar si estás.
Voy a prometerme que no arriesgaré el atracón de remolino que me eres
por un existirte yo que, como mucho, es poco probable.
Voy a guardarme en los ojos cerrados esa vez que hubo tan poco espacio
que me tuviste delante y me convencí de que mirabas.
Voy a pintar las ventanas con cada una de las luciérnagas que tienes metidas dentro y que me saludan por su cuenta cuando estás un poco cerca.
Y luego, a cerrarlas.
Voy a morir por ti sin que lo sepas.
Que si te enteras y no mueres,
no quiero ir al infierno del hambre de ti eterna.
Fotografía: Collage de Susana Blasco