Los muertos ignorados

Crónicas mínimas


Al coger el tren de cercanías vi una patrulla de mossos, una ambulancia en la puerta y un murmullo lacerante en el vestíbulo.

También Sylvia Plath: «Hoy quiero hablar contigo / hasta que llegue el alba / y se hagan memoria mis palabras».

Y Alfonsina, Violeta, Cesare Pavese… Y Robin Williams, que no era poeta, pero tanto hizo por la poesía con El club de los poetas muertos.

Dicen que una muchacha se ha tirado a las vías cuando pasaba el Avant de Tarragona.

Julia. Que dejó un alacrán en las entrañas de su familia, de sus amigos. ¿Pudimos hacer algo? Tal vez no la escuchamos suficiente. Pero Julia está muerta y ya no habla.

La noche en Castelldefels se hace eterna y no duerme. Un perro en la vigilia lejana ladra su temor presente. Se elevan los edificios hasta tapar el cielo.

Julia, que abrió los brazos cuando llegó el tren, como diciendo: «Aquí estoy, ven a por mí, que no te temo».

Tu último pensamiento. Tu materia esparcida entre raíles y tierra, Julia.

Otra muerte más de los cuatro mil suicidios que hay al año en España. Cantidad aterradora de la que nadie habla; los suicidas no están en la prensa ni en los telediarios. Esas muertes no existen, porque nadie se preocupa en este mundo de doble moral: «Fue su decisión», cuando la realidad es que por instinto ¿quién quiere morir? Hay detrás mucho sufrimiento, por lo que esa libertad que adjudicamos solo es una excusa para sacudir nuestra responsabilidad como sociedad. 

Pero la sociedad es algo abstracto que a nadie incumbe y luego llega Julia y nos grita hasta quedarse muda y nos desvela en la noche blasfema.