Escribo corto para terminar antes.
Que dure lo mínimo el mal trago de bilis en la lengua.
Cuando cuente alegrías,
ya me entretendré en la perífrasis.
Soy así de breve para evitar ir más allá
pasar rozando piel, no cruzar nunca
no sea que me empape de la sangre
que cuesta tanto de limpiar.
Ha de ser sabia la génetica cuando me ha hecho diminuta
a la medida de mis pasos, de mis voces
sin peligro de quemarme con el sol
si me alejo del suelo demasiado.
Aquí me queda todo cerca, todo a mano.
No hay sitio para el polvo, para el moho, para el antes.
Con poco espacio es más sencillo el orden del ahora.
En esta miniatura que pinta mi paisaje
no han podido robarme el color las cicatrices
no hay sitito en el lienzo para dibujar las caricias ni los golpes.
Y a mí me gusta así mi yo minimalista por exigencias del mecenas de la obra.
Sin un milímetro de tiempo para medir en la báscula los contras.
Lo que viene decidido ocupa menos.
Solo esta mañana se ha hecho larga cuando me han cabido dudas.
A media canción se fue la voz, no me quedaba.
Eso me pasa por repetir el estribillo.
En mi ducha, solo hay sitio para uno.
Fotografia de Susana Blasco