En su obra Introducción al análisis filosófico (1976), John Hospers caracteriza la filosofía como una actividad de análisis conceptual, orientada a clarificar los discursos vagos y, con frecuencia, enmarañados con los que expresamos las ideas. Desde su punto de vista, una cuestión tan compleja como la existencia de Dios, por ejemplo, se resolvería con facilidad si comenzásemos aclarando qué significa «Dios» y «existencia» antes de ponernos a discutir. Sólo si atendemos a la definición precisa de los términos estaremos en condiciones de decidir si el enunciado «Dios existe» es verdadero, falso o, simplemente, no significativo. La distinción es capital pues, como escribe Hospers:
Si un filósofo condena como falsas las teorías de otro filósofo, le está haciendo la cortesía de aceptar que tienen significado y que él sabe lo que significan (¿cómo podría ser de otro modo decir que son falsas?). Respecto a los enunciados teológicos como «Dios existe», «Dios influye en el curso de nuestras vidas» y «Dios es tres en uno», hay quien diría que no son significativos, otros que son significativos pero falsos, y aún otros que son significativos y verdaderos, y a menudo por muy diferentes razones.1
¿En qué condiciones podemos decir que un enunciado es significativo? La pregunta no resulta fácil de responder, o, si no, que le pregunten a los poetas. Supongamos que uno de ellos escribe «las ideas verdes duermen furiosamente». ¿Es cierto? ¿Falso? ¿Poético? Nosotros preferiríamos decir que la frase no tiene sentido, que no significa nada; pero los poetas, ¡ay, los poetas!, se refugian entonces en lo que llaman «licencia poética», un territorio donde todo vale. ¡Pregúntenle, si no, a Lorca!
Moraleja
Considerando lo anterior, trate de guiarse en lo sucesivo por las normas siguientes:
– Si leyendo La Charca Literaria descubre usted alguna frase sin sentido, piense que quizá se trate de una licencia poética. Así, una frase como «la permisividad bebe tardanza» quizá forma parte de un poema surrealista cuyo sentido se le escapa.
– Si le produce perplejidad saber que «María se encuentra entre el poste», no espere que alguien le diga entre qué otra cosa y el poste se encuentra María. Quizá saberlo convertiría la frase en significativa, pero se perdería el encanto de la licencia poética.
– Cuando lea que la Tierra es un buñuelo o que el vello púbico es bello y es público, no lo atribuya a la ignorancia de nuestros autores. Considere la posibilidad de que la expresión busque un efecto desconcertante. Raíces cuadradas de color azul, bisulcos traspasados de amor, mudos que hablan.
– Y cuando llegue el día en que las neveras respondan con adverbios, la luna sea un queso o podamos casarnos con nuestra viuda, ese día, por fin, ya no habrá más sinsentidos ni ignorancias supinas: nadaremos, sin entender casi nada, en el océano de la licencia poética. Ética, pelética y pelimpimpética.
1 John Hospers: Introducción al análisis filosófico (1976).