Locusta, la primera asesina en serie de la historia
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Escribo esto mientras arde en un pequeño incensario de bronce en forma de flor de loto una varilla de copal que compré en la tienda esotérica Círculo Atlante. Las perfumadas espirales azules llegan a mi rostro empujadas por la tenue corriente del aire acondicionado. A mi izquierda, sobre el escritorio tengo a mano una jarra de cristal llena de agua fría y un vaso de cristal de Bohemia. De la calle llegan sonidos humanos, pero no ruidos. A veces pasa un grupo de turistas cuyas voces no me molestan.
Uno de los guías menciona por su megáfono a Agripina y al oírle fantaseo sobre dos antiguos personajes romanos que me han fascinado últimamente: Agripina la Menor y su envenenadora de confianza, Locusta (“langosta”). Fue esta una esclava gala liberada por ella, que la ayudó a deshacerse de su tío y esposo Claudio quizá con setas venenosas y, al año siguiente, del hijo biológico de este, habido con Mesalina, Británico, que solo tenía catorce años. Tal vez usaron un veneno rápido llamado sardonia que crece en Cerdeña, con el fin de eliminar obstáculos para entronizar a Nerón, su hijo adoptivo.
Nerón colmó a Locusta de privilegios, le regaló campos, una villa y el derecho a formar discípulos. A la muerte de su psicópata bienhechor, la envenenadora fue capturada por el efímero emperador Galba, exgobernador de la Hispania Tarraconense y aliado de Víndex. Se la acusó de más de 400 asesinatos y fue condenada a muerte. Las fuentes clásicas y la imaginación popular se han unido para atribuir a Locusta un martirio singular en el circo: tras ser violada por una jirafa amaestrada en estos menesteres (¡!), fue despedazada por las fieras.
En cuanto a Julia Agripina, llamada Agripina la Menor para diferenciarla de su madre, Agripina la Mayor, era inmortal como las cucarachas. Hija del apuesto y bondadoso Germánico, hermana del psicópata Calígula, esposa de su tío Claudio el tartamudo y madre del borderline Nerón, al que tuvo de su primer matrimonio a los 13 años con el cruel y vicioso Domicio Enobarbo, era imperial hasta las cachas. Por sus venas corría además sangre de un dios: su bisabuelo Augusto, que fue deificado hasta que Teodosio I el Grande lo revocó en el siglo IV al instituir el cristianismo como la religión del Imperio.
Agripina fue exiliada por Calígula en la isla Pandataria (actual Ventotene) junto con su hermana Julia Livila, acusadas de adulterio con Ofronio Tigelino e intento de asesinato. Pandataria, actual Ventotene, es una isla del mar Tirreno al oeste de Campania. Ha servido en distintas épocas como prisión. En de los Julio Claudios eran desterradas a ella las mujeres adúlteras y lujuriosas, entre ellas Julia la Mayor, por su padre Augusto, que construyó en lo alto una casita para dotarla de cierto confort; Agripina la Mayor, por Tiberio; Octavia, esposa de Nerón por este y Agripina la Menor por su hijo Nerón.
A su regreso de Pandataria a Roma durante el reinado de su tío y futuro esposo Claudio, ayudó a su cómplice Tigelino y presionó al emperador para que lo nombrara Prefecto del Pretorio, lo que equivalía a Jefe de la guardia imperial y detentador de un gran poder. Tigelino y Séneca, hombres ambos de Nerón, se odiaban a muerte, pero ambos eran amigos de Agripina y la sirvieron en sus tejemanejes.
Agripina no era feminista -entonces no existía tal concepto-, pero ejercía como si fuera una igual de su esposo. Se sentaba en un trono junto al de Claudio e intervenía activamente en política. A pesar de lo mucho que debía a Claudio, probablemente lo envenenó con un hongo, temerosa de la suerte de su hijo Nerón, que no era hijo del emperador y tenía como competidor a Británico, que sí lo era.
También ella fue envenenada, por su propio hijo Nerón, harto de su tiranía pública y privada, pero soportó el veneno porque tomaba antídotos diariamente y estaba inmunizada. Nerón, queriendo acabar con su madre a toda costa, hizo luego que se derrumbara el techo de su alcoba para aplastarla, pero Agripina fue avisada a tiempo y salió ilesa de este intento del matricida. También probó el emperador a hacer naufragar un barco en el que la invitó a solazarse durante las fiestas de Minerva como para congraciarse con ella, pero su madre nadaba bien en cualquier agua y se salvó. Finalmente fue cosida a puñaladas en su casa y murió de mala manera. Sus manes y las Furias atormentaron a Nerón durante toda su vida. A menudo se veía a su fantasma en el anfiteatro junto a su hijo, con una mano espectral en su hombro como la garra de una arpía.