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El perro acuoso
e infiel
descendió
desde los pútridos infiernos,
tan vivificadores,
hasta las acuosas
y abismales
simas intergalácticas.
Y se le vio piando por su ladrificadora
penitencia arcaica.
Se dice que
el androceo crónico
necesitaba
de la mortificación del cansino
para poder subsistir
en la eterna y finita
faz insensible
que acontecía por aquellos
emparajados parajes.
Pero solo la voz muda de la estridencia callada
podía luchar contra todo ser que no existiese.
Y es así por lo que
el antedicho estambre
consiguió copular
e incestar
con el perro
de morros húmedos,
salvando todo peligro vitalizador
de descendencia inocua.
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