Fue en mayo de 1960, en el barcelonés mercado de libros viejos de San Antonio, cuando, en el interior de un fatigado ejemplar de Madame Bovary editado en París en 1930 por Arthème Fayard, fue hallado, haciendo las veces de punto de lectura, un excepcional e ilustrativo documento, una cartulina, una ficha con el membrete de la Universidad de Granada, que parece formar parte de un estudio de campo que se realiza en las provincias de Málaga y Almería en 1951 o 1957 (cuarta cifra borrosa) para conocer la distribución de algunos vertebrados y que incorpora un apartado, “Observaciones”, en el que se lee lo siguiente: ‘Matías Prolongo Prolongo, vecino de Carratraca, de 75 años, hombre leído, de profesión huronero, sabe muy bien qué es el lagarto, que es abundante en estos parajes, y afirma que es verdad que dicho animal sea goloso del vulvar, que se tira a él cuando la mujer está acuclillada, desprevenida por el acto de mayores o menores, aunque no esté en despoblado, y que es preferente de las jóvenes morenas velludas almizcleñas y aún más si están reglando’.