El goce por negación es una perversión romántica.
A menudo solemos gozar de lo que hemos perdido. Gozamos de forma más intensa del bien perdido cuando ya no lo poseemos. Amamos su recuerdo. Esto es, sin duda, otra perversión más del romanticismo.
Cuando en una obra artística se destacan defectos o negaciones, la capacidad de impresión del elemento positivo se enaltece, los valores perdidos se hacen más penetrantes y el deterioro del objeto valioso se convierte en un valor positivo.
Aunque desde el punto de vista moral tenga una eficacia discutible, el goce estético por negación es algo ignominioso, no conforme con la razón.
Cuando una obra de arte pone énfasis en la tensión y acentúa lo anormal, lo perfectible, lo trágico o lo demoníaco incita a la reacción y fomenta nuestra reconciliación o benevolencia, es decir, revuelve sentimientos morales condescendientes con el criminal, no sin que antes haya cumplido su condena y expiado el delito. Vamos, todo un programa romántico.
De mortuis nil nisi bene
De los muertos no se suele decir, sino lo bueno.
En efecto, esto es así porque coincide con nuestros sentimientos naturales, con nuestra animalidad. Al muerto le ha ocurrido lo peor que podía sucederle: el no existir. ¿Es esto lo que nos hace ser benévolos con él?
Queda la negación de su existencia, queda su recuerdo.
El goce por negación, he ahí una perversión romántica.