Girando con el vals «Je te veux» de Satie

Casi lloré de emoción al ver esa escena en el cine

 

Es duro tener que decirlo, pero la película que más me ha emocionado últimamente no la he visto en un cine ni en la televisión ni en un cine-club o filmoteca. La he visto en un funeral.

La filmación, que sirvió para despedir un funeral laico planificado de pe a pa por su protagonista, se había realizado en las últimas Navidades, una ocasión de esas para la reunión de toda una extensa familia.

Como filmación es extremadamente sencilla, sin grandes alardes técnicos. Me imagino a alguien —posiblemente el experto audiovisual de la familia— sacando el móvil de su bolsillo y poniéndose a grabar lo que ve. Graba imágenes en movimiento, pero también su sonido, que incorpora una música suave, rítmica, que ayuda mucho al efecto. Corresponde a un disco del vals Je te veux, de Erik Satie, una pieza con un compás que está continuamente diciendo algo así como «Las cosas son sencillas, en ocasiones hermosas, pero fluyen, van pasando, es ley de vida».

Vimos en el film proyectado como R. —el protagonista de la ceremonia a la que asistí— bailaba en el salón de su casa con sus mujeres, una tras otra, al ritmo de su confesada música preferida. Cuando ya hubo bailado con un buen puñado de ellas (hijas, mujer, hermana), un R. exhausto cruzaba sus brazos expresando un claro «¡basta!», y la imagen se cortó abruptamente. No así la música, que siguió girando y girando, acompañando a una larguísima relación de gente (era la suya una familia numerosa), a la que iba dejando un «T’he estimat/Te he querido» escrito.

Cuando salimos de la sala, los asistentes parecía que nos seguíamos moviendo impulsados por ese ritmo suave pero constante del vals, y yo, emocionado como el que más, creía haber asistido a La Ronde, o a otra de las sinuosas, hermosas realizaciones del gran Max Ophuls.