Fue en el bosque, un día de otoño.
Lejos, se borró del mapa y los mapas desaparecieron. Desde entonces alejarse dejó de ser una cuestión de quilómetros y la distancia ya no se pudo medir.
Te extrañó leer en ese antiguo Tratado de distancias que te tiene tan absorto datos tan extraordinarios como los quilómetros que separan la Tierra de la Luna o los años luz que separan las galaxias entre sí, todos ellos conceptos anacrónicos y ya sin ningún sentido.
¡Hace tanto que la física cuántica rige nuestras vidas que todo esto quedó enterrado en algún remoto lugar!
Desde que descubrimos que el tiempo no existe todo ha cambiado de una manera rotunda, nadie anda intentando rejuvenecer, basta cambiar de tiempo y puedes volver a cualquier pasado y a cualquier edad.
A pesar de ello, últimamente no hay duda de que algo está ocurriendo.
Lo vemos en ínfimos detalles que se van repitiendo cada día: primero fueron repeticiones insignificantes, pero poco a poco hemos constatado que incluso las frases que nos decimos, las calles por las que andamos o las veces que nos amamos son una réplica idéntica de sí mismas.
Llevamos repitiendo el mismo día desde hace meses, tal vez años, como si el eterno retorno se hubiera encallado en un único momento y fuera dando tumbos como la aguja del tocadiscos cuando tropieza con el mismo surco una y otra vez.
También los pájaros en el jardín son siempre los mismos, y a las flores ya no les caen los pétalos, ni a los árboles las hojas. La vida transcurre en este perpetuo decorado donde todo parece perfecto y donde nunca pasa nada nuevo.
Dices que los decorados son como pinturas muertas porque en ellos la emoción se ha desvanecido y que, sin ella, también nosotros es como si estuviéramos muertos.
¡Quién pudiera volver a emocionarse mirando marchitarse una flor, deshojarse los árboles, o ver cómo va envejeciendo la piel, el cabello, la voz…!
A veces el silencio cruje, como cruje la vida cuando se acaba; entonces nos tumbamos de cara al cielo y gritamos muy fuerte hasta quedar roncos, nos desgañitamos hasta no poder más, queremos ser pájaro, árbol o tierra reseca en el camino, suspirar por lo que hemos perdido, pero poder reír, llorar y seguir viviendo.
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(Imagen @ Edimburghcollagecollective)