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Fotograma del Satirycon de Fellini (1969), con la boda del puer delicatus y el viejo Trimalción, trasunto del casamientro de Esporo con Nerón.
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En la Roma de la decadencia la realidad imitaba al arte, concretamente al teatro de la crueldad y al Satyricón de Federico Fellini. Apestada por la corrupción, los tirones de poder y el trivial libertinaje, moría en ella por suicidio —inducido o no— hasta el apuntador, incluidos Petronio arbitro de las elegancias, el ambiguo Séneca y su desdichado sobrino Lucano, cordobés como su tío. Por no hablar de los propios príncipes que, en el año llamado de los cuatro emperadores, llegaron a durar lo que un caramelo en la puerta de un colegio.
Pero no solo la Parca estaba desatada, también Eros hacía de las suyas y enviaba bellas heteras y pueri delicati para animar la representación. La más curiosa de estas comienza así:
Parece ser que un flechazo amoroso procedente de la mujer más bella de Roma, Popea Sabina, atravesó el seboso pecho de Nerón. Ambos estaban casados, él con su hermanastra Octavia, y ella con Otón, amigo del emperador, un baboso que permitió a este que la tomara como concubina. La madre de Nerón, Agripina la Menor se oponía a tales relaciones, que no estaban en sus planes, y su hijo mandó matarla de la manera más grotesca que se pueda imaginar. De paso, se deshizo también de su mujer Octavia mediante una brutal ejecución que provocó la indignación y el malestar del pueblo y levantó grandes alharacas y manifestaciones, con la gente llevando las estatuas de la asesinada en andas, adornada con coronas de flores, y las de Popea boca abajo o a rastras.
Popea Sabina presionó a Nerón y se casaron, pero pocos años más tarde en un banquete —que era donde se cocía y ocurría todo en aquel tiempo—, estando el emperador más borracho que de costumbre, le pegó tal patada a la flamante emperatriz que la hizo abortar y la mató sin querer. El matricida y uxoricida, con la conciencia algo cargada y perseguido por fantasmas, furias y espectros, durante un tiempo creyó ver a Popea en todas las mujeres hermosas y en algunos muchachos que pasaban por allí.
Se cruzó entonces en su camino un puer delicatus llamado Esporo, en cuya belleza creyó ver Nerón la reencarnación de Popea Sabina. Esporo era un niño esclavo de lujo, en venta como tantos otros. El emperador lo compró, lo hizo castrar, lo vistió de mujer y lo entregó a los cuidados de sus esteticistas griegos para que lo asearan y cuidaran de su larga y mal teñida cabellera. Cuando estuvo presentable, no dudó en exhibirlo en público a su lado, cubierto de joyas y adornos. Le llamaba su “pompeíta” y le hacía inconvenientes arrumacos. Llegó a tomarlo por esposa en una ceremonia fastuosa y vivieron una placentera luna de miel.
Pero la estrella del psicópata o borderline Nerón —falso vencedor en una Olimpiada con un carro de diez caballos, con el que se pegó un hostión que casi se mata—, se estaba apagando a causa del malgobierno, el odio y el desprecio de las clases altas y el abandono de la plebe, harta de sus macabras payasadas. Sus mejores hombres, Burro y Séneca, habían muerto. Para no ser menos, él finalmente se dio muerte a sí mismo.
¿Cambiaría con ello la suerte del lindo Esporo? Pues, no. Tal vez para emular al emperador difunto, su comandante Cayo Ninfidio Sabino tomó en matrimonio al delicatus puer, al que proporcionó una vida amable y lujosa como la que había disfrutado con Nerón. A continuación, el nuevo emperador, Marco Silvio Otón, justamente el primer esposo de Popea, se casó con el chico. Para hacernos una idea sobre este indigno personaje, baste decir que uno de sus pasatiempos era mantear por la noche a los borrachos y mendigos que encontraba y los arrojaba al Tíber.
A la muerte de Otón, y cuando la Parca no daba abasto detrás de cada puerta, su sucesor Vitelio quiso ridiculizar a Esporo y a sus amos anteriores, y preparó una representación del rapto de Proserpina, en la que el eunuquito travestido iba a ser raptado y violado por el dios del Inframundo. El pobre Esporo no pudo soportar tal afrenta y se suicidó a los 20 años.
Este mundo cruel se vislumbra a modo de pesadilla en el Fellini–Satirycon (1969) en el que abundan los pueri delicati en la secuencia del banquete de Trimalción y una boda a la rovescia (al revés): la del joven Encolpio como marido y el viejo Licas como ridícula esposa en la cubierta de la nave de éste. Lo fantástico es un parpadeo entre lo real y lo imaginario. No hay duda de la existencia de Esporo, aunque cabe la ensoñación sobre sus aventuras y peripecias.