Ese tal Federico, peluquero de señoras y escritor

Vidas ejemplares


Harto ya de dar vida a otras vidas ejemplares, creo que ha llegado el momento de explicar la mía, que también lo es, y lo haré en tercera persona para que no se me pueda acusar de egocéntrico. En los últimos tiempos observo una pavorosa tendencia al narcisismo, presente en quienes tal vez no han aportado nada a la humanidad, ni bueno ni malo ni discreto, ni tan solo mediocre.

Así pues, conviene, a estas alturas, conocer al ejecutor de la sección “Vidas ejemplares”, donde se da pábulo a biografías modélicas que, sin lugar a dudas, servirán de guía y ejemplo a futuras generaciones de humanos, de primates o incluso de tristes insectos.

Federico Capote Pastrana —o sea, yo— nació en enero de 1939 en la localidad manchega de Almagro. Sus padres se trasladaron a Bolaños de Calatrava cuando él contaba cuatro años. En 1955, Federico emigró a Antofagasta, Chile. Se dijo que huía de algún delito, sin duda menor: ni menor ni mayor, soy inocente e incluso ingenuo.

En Chile trabajó como peluquero en el Salón Chateaubriand, durante muchos años. Aquí hay tema —ya que su oficio le permitió entablar relación con damas de la alta sociedad—, pero me lo callo o lo guardo para mejor ocasión. A la edad de cincuenta y siete dejó la peluquería y se puso de taxista, en Valparaíso. De la peluquería le echaron tras un incidente penoso que no relataré, y la licencia de taxista la perdió por haber llevado a tres pasajeros a través del desierto de Sonora, a los cuales abandonó enmedio de los nopales y bajo un círculo de buitres. Capote sostuvo que tenía buenos motivos para hacerlo. Uno de los desdichados pasajeros era, presumiblemente, Alberto Ruiz-Tagle, aunque viajaba con un pasaporte a nombre de Carlos Ramírez Hoffman.

Siempre fue un gran lector, y asistía a todos los talleres literarios de su pueblo y de Concepción. Entabló amistad con grandes poetas de su tiempo: Edelmira Thompson, Juan Mendiluce, Ignacio Zubieta y Luiz Fontaine Da Souza. Se rumoreó un pololeo breve pero intenso con Daniela de Montecristo. Tras el supuesto lance, Daniela contrajo matrimonio con el teniente de la aviación chilena Alberto Ruiz-Tagle, el autor del famoso poemario La muerte es resurrección.

En 1975 se matriculó en el Taller de Poesía de Italo Schiaffino, en Buenos Aires. De esa época son sus dos primeros libros: Cabalga, rutilante, la Luna blanca hacia el Sol incandescente (1976) y Elogio abrumado de la pastora azorada (1977), que fueron tan aplaudidos por la crítica bonaerense como repudiados por Julio Cortázar, con gran vehemencia.

En 1978, Capote publicó un artículo en la revista literaria de Montevideo Cruz de Flores: Corazones rancios y corazones jóvenes, en donde se divorciaba para siempre de la poesía y se exiliaba en la prosa, según sus propias palabras. «La poesía es tan libre y tan sublime como una boñiga de búfalo», escribió. Recibió escasas felicitaciones y varias amenazas, entre insultos y apelaciones a su ignorancia. Le reprocharon sus oficios demasiado plebeyos: quien vive de un sueldecillo es incapaz de la grandeza de la poesía, le espetó alguien, a las cinco de la madrugada. O de la tarde, durante la siesta.

Alrededor de 1992 regresó a España y se instaló en Argamasilla de Alba, en donde reside actualmente. En España ha publicado algunas de sus mejores novelas y libros de cuentos, entre los que destacan Camping Calabozo, Los Cefalópodos, El cementerio neumático y La Mudita. Fue propuesto a Premio Nacional de las Letras Manchegas en 2017 por el Órganum Cultural de Tomelloso. Federico Capote, retirado de todo y ausente de sí mismo, publica mensualmente en La Charca Literaria —con la aquiescencia del Jefe y el apoyo explícito de Lluís Bosch y Marcial Sileno—, contribuyendo a consumar con su pluma retorcida el lado más canalla de la revista. Su sección «Vidas ejemplares» ha recibido elogios del Arzobispado de Cochabamba y del Arciprestado de Tenochtitlán a causa de su título y no por su contenido, que, lógicamente, desconocen, ya que allí no alcanza el interné. Federico promete seguir publicando, aunque antes debería aclarar el asunto de Alberto Ruiz-Tagle.