El oxímoron del verdadero recuerdo

La vida fácil


Un verdadero recuerdo no tiene por qué ser aquel que permanece en la memoria. Téngase en cuenta que puede permanecer en la memoria como si fuera cierto, pero distorsionado, que es lo más habitual. Una pizca de fantasía por acá, unas gotitas de emociones por allá, y el recuerdo se parece a lo original como un huevo a una castaña: en que pesa y en que ocupa espacio. Los recuerdos, además, han de ser regurgitados y, después, digeridos para extraer su esencia antes de desechar lo intrascendente.

Para eso, científicos de Alcanford han ideado un método alternativo a la trasnochada hipnosis. El método Agnófisis, como así lo han llamado, abarca tres fases, cada una de las cuales se desarrolla en diversos pasos. El proceso es monitorizado por un psicólogo y un registrador de la propiedad. Cada cual, en su terreno, se encarga de registrar las evocaciones del sujeto y someterlas a análisis sesudos con el fin de hallar trazas de verosimilitud. Hasta el momento, de alrededor de cuatro casos estudiados, los creadores dicen no sentirse preparados para emitir conclusión alguna, pues los resultados son tan diversos como los puntos cardinales.

Cuando una se dedica a la escritura, sabe bien que uno de los ingredientes imprescindibles son los recuerdos. Es muy probable que la memoria sea selectiva, como se dice, y que aquellos sucesos menos felices no acudan al recuerdo como aquellos que me hicieron la persona plena en que me he ido convirtiendo, pero también me completaron, claro que sí. Desengaños sentimentales, por supuesto, e incluso amorosos. Fracasos profesionales, fiascos personales, desilusiones… Y chascos en general, sin duda. Pero son tan pocos… Y causaron tan pequeña herida… Sea como fuere, considero que una no ha de buscar demasiado en su interior, ni con hipnosis ni con Agnófisis, sino dejar que los recuerdos afloren. No como Dior los trajo al mundo, sino como surjan. Pues confiar en un verdadero recuerdo sería como confiar en la Bocca della Verità, ¿o no?