Bella mujer,
joven de rostro angelical,
largas piernas, suaves muslos
y una vulva habitada por trillones de ladillas.
La he amado de madrugada,
también de noche y en mitad de la tarde.
Por eso falté tanto al trabajo.
Por eso dejé de estudiar taquigrafía.
Por culpa de ella me hice un fracasado.
Y un alcohólico,
y un tenaz lector de Corín Tellado.
Y me llené de ladillas.
Ladillas blancas y plateadas.
Otras de color bermellón,
y las había amarillas.
Ladillas, ladillas, ladillas.
¿Me acompañarán ellas hasta la tumba?
¡Oh, bella mujer,
de largas piernas, suaves muslos y rostro angelical!
Por dónde andarás ahora, tú y tus ladillas,
ahora que no he ido a Ulán Bator.
Ahora que por tu culpa no he ido a Ulán Bator.