El Desguace en otoño

Las cartas boca arriba

 

Hola Paco:

 

¿Dónde te has metido, tío? ¡Llevo una semana guardándote el sitio en el Desguace y no apareces, ni por la de Dios! ¿Pero qué mosca te ha picado? Así no hay manera de hacer baza, chaval. Le he preguntado a tu madre y me ha dicho que estás en el pueblo, cortando leña. ¡Joder, Paco! ¿No ves que el verano se ha colado en el otoño y la juerga sigue abierta para nosotros? Olvídate del invierno y vente al Desguace, a gozar del ritmo y las chonis. ¿No estás jubilado? Pues eso.

Sepas que aquí en la disco hay material de buena calidad y para todos. Señoras de buen ver, higiénicas y resolutivas. Te lo dice un experto en limpieza que se ha pasado la vida despachando botellas de champú y detergentes en la droguería. Las mujeres del termalismo serán más o menos jóvenes y estarán más o menos completas, pero a limpias no les gana nadie. Puedes imaginarte que, tras un día de masajes y piscinas, se alistan al Desguace con ganas y alegría. Una cenita ligera y ¡a bailar! Bueno, a lo mejor no te bailan un pasodoble, pero se dejan mimar y templar con la música lenta. Y las que no bailan por imposiciones físicas se dejan manosear en los silloncitos de las esquinas a poco que les des un poco de coba. Que así son nuestras cojitas: tiernas y abiertas al arrumaco, como los pastelitos de crema.

Dice Giacomo, el propietario de la disco, que abrirá hasta Navidad, para enlazar con las fiestas de fin de año y el turrón. O sea que tenemos pitanza para un par de meses. ¡Tendrías que ver cómo se ha revitalizado Oropesa con la reapertura del balneario! No te diré que en la discoteca la cosa esté como en verano, pero sí que lo está para nosotros, los maduritos. Piensa que la juventud se ha largado y que el público del Desguace, ahora en otoño, es más de nuestra idiosincrasia. Aquí hay tajada para el reservista y la turista termal. Tal para cual.

La discoteca se llena a diario y, para que no falten estímulos, Giacomo nos invita a la primera consumición, como reclamo para las turistas. Por aquí andan Prudencio, el de la óptica, Damián Soteras, el secretario del Ayuntamiento, y el Guripa, que ahora está en el paro, pero que en breve se jubilará. Uno u otro nos encargamos de sacar a bailar a las señoras, aunque, si no bailan, agradecen que les des conversación o les metas mano. Lo normal: caricias y algún morreo. Y si quieres pasar a mayores, no tienes más que convidarlas a tu casa y llevarlas en coche. Se ve enseguida que tienen ganas de mimos. Es el ansia, creo.

El otro día aparecieron por aquí dos curitas de Villarreal disfrazados de seglares, con  camisa a cuadros y tal, porque se habían enterado del pastel y querían probarlo. Yo los conocía de un club de alterne de Castellón, donde habíamos coincidido. El mayor se llama Dimas, mosén Dimas, y lleva peluquín. Dijo que prefería hacer unos kilómetros y alejarse de la feligresía, y aquí en Oropesa lo tiene pintiparado.

Mosén Dimas se gana a las señoras recitándoles versos en latín. Está la mar de ocurrente. El otro día va y me suelta: «quien no yació con una coja, no sabe lo que es yacer», poniendo los ojos en blanco. En ese momento no supe si estaba otra vez con Catulo o repitiendo un versículo de la Biblia. Se ve que al curita le va la marcha. Lo de yacer con las cojas, digo. Total que cuando le pedí aclaraciones me habló del trato carnal y de esas cosas. ¡Nada de follar! ¡Trato carnal con la coja, que así hay que decirlo para no ofender!

Total, Paco, que aquí te espero, porque siendo también cojo como ellas, seguro que te las llevarás de calle con esos meneítos que sabes marcarte en la pista. ¡Que eres el campeón del bailoteo insinuante! Se me ocurre que cuando vuelvas del pueblo te traigas a mosén Jesús y le presentaremos a alguna turista termal. Para que yazga con ella, si le apaña. ¡Ah! Y no temas por las camas de tu casa que, aunque les damos bastante uso, resisten. Hiciste bien en construirlas de ladrillo, así no crujen ni hay peligro de que se rompan.

Saludos de los demás, y hasta pronto,

 

Pichichi