El amor según Luca Montenegro

El amor es lo que tiene

Jorge Rigaud, encarnación cinematográfica de san Valentín


El amor es… Sinceramente, no os voy a engañar, no sé nada de este tema. Podría hablaros de sexo: del bueno, del malo, del caro, del peligroso, del prohibido o del que uno goza en soledad. Pero no del amor. Y de lo que uno no sabe no habla. 

Aunque, ya que habéis venido, os contaré algo que sí sé y que vosotros también sospecháis, estoy convencido, no existe el «para siempre». Es un error contraer matrimonio, ligarse de por vida con alguien y permitir que otra persona posea tus dependencias sagradas. En mis innumerables viajes alrededor del mundo he visto a verdaderos camicaces. Jóvenes, presos de un pálpito irrespirable sellando su amor con un candado en medio del Pont des Arts sobre el Sena; parejas recreando la mítica escena de Audrey Hepburn y Gregory Peck en la Boca de la Verdad (Vacaciones en Roma); trasnochados amantes eligiendo el atardecer perfecto sobre el Empire State Building… Muchos de esos y esas tortolitos/as, al poco tiempo, deshecho el envenenamiento pasional, se han convertido en clientes y objetivos. 

En algunos otros países se da un paso más, con tal de convencer a los incautos, y se celebra San Valentín, el 14 de febrero. Una fiesta comercial creada, exclusivamente, para que las parejas idiotizadas se lancen como borregas a comprarles un regalo, cuanto más caro más amor, a sus medias naranjas. Aquí en España, en los años sesenta endulzaron tanto el pastel que, incluso, le pusieron cara al santo. ¿Quién no recuerda el puñetero soniquete: «Hoy es el día de los enamorados…»? —Confesad que lo habéis leído cantando—. ¿O al apuesto actor Jorge Rigaud representando al Ángel del Amor? Siempre sonriente, enfundado en su impecable abrigo y su bombín. Pues bien, Rigaud, actor argentino que llegó a participar en más de doscientas películas entre España y Francia, murió prácticamente en la indigencia. Falleció el 17 de enero de 1984 en un geriátrico. Le enviaron allí después de darlo de alta en un hospital en el que había ingresado por segunda vez, tras sufrir un atropello de moto en la Gran Vía de Madrid. No solo no le reconocieron, sino que le dijeron que el hospital no admitía mendigos ni ancianos. Sus restos se encuentran en un osario común del cementerio parroquial de Leganés, sin ninguna lápida que le recuerde. Su mujer, que falleció diez años antes, está enterrada en otro osario del mismo cementerio, pero en el lado contrario. ¿Cómo acabó «San Valentín»? Solo, humillado y olvidado. 

El amor romántico es una falacia. Puede que penséis que como mi trabajo de sicario es mecánico e impersonal, carezco de experiencia. No es cierto. Yo también caí en las redes del santito. Fue breve, el amor es lo que tiene. Aprendí que lo que permanece, y se recuerda, es el olor bajo las sábanas, todo lo demás, como decía La Lupe, es puro teatro.

Moraleja o consejo del día: Los bombones engordan, las flores se marchitan, las joyas están pasadas de moda y los viajes románticos se disfrutan mucho más en la pantalla del cine. No malgastéis vuestro dinero con otros, si a alguien debéis querer de verdad es a vosotros mismos.