Tras haber enfriado la copa —siempre brinda por nosotros— y la coctelera —el ritmo de baile de sus caderas— en el congelador —sus pies fríos bajo la sábana—, introducir en esta última unos hielos —adora los polos de fresa—. Escanciar una medida de ginebra —recuerdos felices del viaje a Suiza— y dos golpes de vermut seco —sagrado aperitivo juntos el domingo—. Remover suavemente —caricias y más caricias— con la cuchara de bar —larga como sus besos de bienvenida—. Usando el colador —sabios dedos que eligen la fruta más madura—, verter en el vaso. Introducir un trozo de piel de limón —rubios cabellos al sol—. Adornar con dos aceitunas —sus ojos verdes— pinchadas en un palillo —silueta alta y esbelta—. Por último, beber de un trago para intentar olvidar que ya no está.
Más artículos de Grandal Ana
- Señales de tráfico21-10-2024
- Etiqueta textil07-10-2024
- El escondite inglés19-09-2024
- Al corro de la patata14-06-2024
- Escala musical28-05-2024
- El juego de la comba10-05-2024
- La gallinita ciega16-02-2024
- Tabla de ejercicios22-01-2024
- Bolsa de cotillón22-12-2023
Ver todos los artículos de Grandal Ana