Dos metamorfosis y la resolución de un enigma

Pesca de arrastre

 

1

Cuando despertó el escarabajo pelotero, después de una noche intranquila, se encontró en el suelo de su cubículo convertido en un horroroso ser humano, afeitado y perfumado. En vez de un abdomen rugoso y seis patas peludas se halló dueño de dos brazos musculosos y dos piernas bien torneadas, además de un torso liso y bien tonificado.

—¡Joder, qué pinta más rara tengo! Y llego tarde al trabajo. ¿Dónde habré puesto mi pelota de excrementos? Si la pierdo, estoy apañado. De ésta seguro que me despiden.

2

A resultas de un calentón repentino, aquel bicho ovíparo y alado del Cretácico, llamado Hotecantote -de rima fácil y obscena-, mantuvo sexo frenético con una reptil prediluviana y casquivana. De esa aberración derivó una nueva especie animal. Primero surgió un huevo. Y luego otro. Del primero, un gallino; del segundo, una gallina. Y del incesto posterior de ambos vinieron nuestros pollos –y pollas- modernos.

Así queda desvelado el misterio: el huevo fue lo primero. Que lo sepáis. Que ya andamos hartos de la dichosa preguntita.

3

El repugnante monstruo verdoso irrumpió violentamente en el laboratorio, como elefante en cacharrería, y tras pegar algunos manotazos aquí y allá rompiéndolo todo y salpicando el suelo de esquirlas de vidrio, se bebió de un trago la pócima burbujeante de color rosa que estaba sobre el aparador. Como un rayo se obró el milagro y donde había engendro del demonio lleno de músculos, con pinta de cachas de gimnasio atiborrado de esteroides, hubo un milord inglés de exquisitos modales y hablar refinado: “¡Caramba, caramba! Creo que me he pasado con la dosis. No esperaba yo convertirme en un británico cursi de esos que votan al “Conservative Party”. ¿Puede haber algo más monstruoso?”