Don Senén, cura párroco de una pedanía indefinida de Castellón, se ha traído a Roma a su joven auxiliar para verificar presso la Sede Santa el alcance de un rumor por el que subiría —con la ayuda del Santo Spiritu— un peldaño en la carrera evangélica.
Don Senén ha alcanzado la perfecta blandez de sus manos, cual requiere su menester. El joven auxiliar, que de otras tierras sólo conocía Formentera mediante una equívoca circunstancia, se apellida Benicássim y le bautizaron Federico Martin en recuerdo de Bahamontes.
Don Senén ha decidido tirar la casa rectoral por la ventana y se ha ido con su auxiliar al mejor restaurante del Trastevere (Le mani in pasta), in via del Genovese, y ha pedido (mínimo dos) Spaghetti Imperiali de artice, calamari, scampi e mazzancolle: Federico, no se viene cada día a Roma. Y una botella de champán. Don Senén es hombre de mundo e instruye a Benicássim que acaba de esparcir medio plato de spaghetti por el mantel. ¡Lo que puede hacer el champán!
El cogote de Benicássim sufrió un desperfecto poco antes de partir: ¡voy a ver el Papa!
¿Te gusta Roma, Benicássim? Depende, Padre.
Y así cada día…
)Fotografía subrepticia del autor).