Cuando desperté el dinosaurio se había ido

Por la orilla

 

Cuando desperté el dinosaurio se había ido. Me sentí solo. Raro.

El timbre del despertador llenó de reverberaciones metálicas todos los rincones de la habitación. Pasé unos minutos revisando paredes, marcos y muebles; asegurándome de que las propiedades físicas de los objetos no hubiesen variado durante la ausencia de la consciencia. Todo parecía en orden. Sin embargo aquella sensación extraña recorría recovecos y circunvalaciones en mi corteza cerebral.

Finalmente, y aún sin comprender del todo el funcionamiento de la realidad, me metí en la ducha. El agua caliente cayó, agradable, sobre la piel. Cerré los ojos para que la aventura del sueño rematase algunos flecos que quedaban mal resueltos. Con este arreglo, se desvaneció para siempre en el olvido. Sodoma, Gomorra y modorra se fueron por el desagüe. El abrazo de la toalla intentó suavizar la pérdida. Y no pudo.

Cuando desperté vi la nota. Decía: «Me voy. No puedo aguantar más aquí. No nos interesan las cosas modernas que pasan todos los días. No es por ti. Soy yo que no me encuentro. Stop».

Bajé hasta el bar.

—Buenos días. Un café con leche, por favor —. Me senté bajo un chorro de luz, a leer el periódico, mojar el churro y tomar el café. Con el deleite espiritual que despiertan los narradores de la Verdad. A tres voces: la leída, la televisada y la parroquia.

Leí, en papel, las mismas chorradas que brillaban en la tele y comentaban con vehemencia los tertulianos de la cabecera de la barra.

—Pero qué burro eres, así va este país, lleno de esas ideas equivocadas por no ser las mías, las dictadas desde los medios, las auténticas… ¡Hijodeputa!

Con la injusticia social a flor de piel, apuré la taza.

—Hasta luego, gracias, gracias, gracias, adiós, chao.

Así arranca el día. Es una transición, un proceso, una elaboración, que sirve para conectar el pensamiento a los sentidos. El resto ya es funcionar.

Cuando desperté, la calle cantaba su canción de ruidos y motores. Tal vez el barullo fue lo que espantó al dinosaurio. No lo sé, no lo conocía tan profundamente. Pero me parece infantil. Lo de la notita…

 


Más artículos de Fernandez Barredo Raul

Ver todos los artículos de