Cuando deja de contar el tiempo
y se deforman las esferas que lo miden,
puedo esgrimir lo que no se ajusta por horas
lo que de residual tiene la vida
y convierte en latido aquel recuerdo.
Ya no importa si fue ayer o hace diez años;
regresa la pasión medio desnuda
y, sin dejarme mirar al espejo, se apodera de mí.
Solo los sentidos delimitan mi ser.
Me doy cuenta
de que me faltan besos y me sobran razones,
de que mis locuras me hacen feliz.
Me seduce abandonar el orden
y romper los relojes que me impiden volar
más allá de la memoria de mi nombre.
No hay fatiga, ni imposibles.
Avanzo de puntillas
en constante equilibrio con el destino impuesto
que aguarda, inexorable,
la restitución del reloj.
Mientras tanto, me permito volar.