La Charca Literaria

¡Déjame vivir!

Ya se pueden enfadar lo que quieran. Que griten. Que lloren. Que presenten a la Autoridad la lista completa de sus reclamaciones.

Estaba contando los años que hacía que llevaba fuera, cuando el autobús se detuvo en la entrada del pueblo.

Rosario no podía contener las lágrimas. ¿Era su deseo de niña de jugar al fútbol tan intenso que continuaba llorando sin consuelo después de tanto tiempo?

Durante el reconocimiento, Milú se comportó con una mansedumbre inusitada.

Como si el mundo girara hacia atrás, llegamos al 8 de marzo del 22 golpeando las cadenas que ya creíamos rotas.

Los adultos sonrieron, cabecearon divertidos contemplando el gesto del muchacho.

Que la vida es el bien más preciado del que goza la humanidad es una verdad incontestable.

Al pasar junto al perchero, acarició el abrigo que él jamás volvería a ponerse.