Cada vez que empieza el año
los reyes se acomodan debajo de sus coronas
los obispos abrillantan el oro de sus ídolos
y los hombres y mujeres buscan
otros hombres y mujeres a los que odiar
y yo me cubro de sonido y césped
y me sepulto en mi lugar secreto
donde no cabe el grito ni el cuchillo
y ahí vivo y revivo la vida de los rincones:
soy el despertar del sueño violento,
el significado de las llaves,
el peso de lo efímero,
la explosión primigenia,
levanto la tapa del refugio y os invito a habitar mi atmósfera,
desatar el corsé de la razón y ser subterráneos con gusto,
sin rencor, sin interferencia,
escribir el mito moderno que somos, vivir destruyendo las pruebas,
cantar la canción en común, el coro en nosotros:
la familia es lo UNO en lo MÚLTIPLE.
¡Que ellos se queden todo lo que reluce!, a nosotros dadnos
lo sólido etéreo, la transición al todo,
des-descubrir la teoría de la gravedad,
habitar la noche de las luces torcidas,
sentir nuestros cuerpos deformados
por el peso de sus miradas,
todo chepa, todo canino, todo grieta,
nuestras almas impulsadas solo
por la intensidad del deseo y la mirada,
nuestras vidas descarriladas de la norma,
nuestra ropa vuelta capa, huyendo de las antorchas.
Cada vez que empieza el año
la masa repasa su listado de miedos,
de monstruos,
de seres contrarios no al orden de la naturaleza
sino al orden de su naturaleza
la masa sale a la caza
y yo os invito a hacer del fuego casa,
la alquimia de lo verdadero,
el latido del centro de UNO al centro de lo MÚLTIPLE
y ahí, donde todo cabe,
tallar en piedra nuestro legado:
la realidad tiene alucinaciones
y nos tiene a nosotros:
los poetas,
los monstruos,
los que mostramos,
los que vivimos…