Bocatto di cardinale 

El martillo pneumático

Sin importarles demasiado el pecado de la gula, obispos y sobre todo  cardenales se han dado con frecuencia a los buenos banquetes. Son  conocidos algunos menús servidos en lujosos manteles, adornados con  franjas de brocado. 

En sus mesas abundaban las carnes de caza —jabalí, ciervo o perdices—, la  volatería de corral —gallinas, capones, ocas, incluso cisnes— también las  carnes rojas de ternera o carnero. Sazonaban las viandas con salsas hechas  de especias y zumos de frutas ácidas, utilizaban ingredientes de origen  exótico como el jengibre blanco, el azafrán, el comino o la pimienta. Antes de empezar rezaban unos padrenuestros y a media comida, entre plato y  plato, tomaban algún extracto o néctar frío para disponer el aparato digestivo para que recibiera la continuación del banquete. Solían acabar con yemas azucaradas, frutas confitadas, bizcochos y pastelitos de matalahúva bañados con azúcar caramelizado. 

Parece ser que Renzo Guzzini, obispo de la región de Las Marcas, era dado a los buenos manjares. Para el desayuno se hacía servir unas rebanadas de pan remojado con moscatel que acompañaba con ciruelas pasas, almendras, y unos pastelitos de miel. Decía que no había que comer demasiado y que era conveniente evitar la carne de mamífero. 

Para el almuerzo: un antipasto a base de ensaladas con piñones, remolacha  hervida y aliñada con ‘lacrime di Dio’ y unas hojitas de rúcula y lechuga de hoja larga; le seguía un plato de pasta, generalmente unos fideos con un  picadillo de ajo, aceites y alcaparras de Pentelleria; a continuación, una  sopa de mejillones, gambas y lubina aromatizada con albahaca y romero; después un plato de pescado que se hacía traer de Porto Recanati, se acompañaba con unos dados de polenta y aceitunas de Acoli (olive ascolane) que previamente se las habían deshuesado. Tomaba de postre frutas confitadas o bizcochos con nata o merengue y unas bolitas de  cuajada con manzanilla. Para beber tomaba un vino blanco y seco, el Bianchello del Metauro.

Su cena era frugal: se limitaba a dos o tres manzanas al horno con canela y aguardiente; después se tomaba una tisana de hierbas digestivas a la que  añadía las gotas que habían rezumado de las manzanas al horno que previamente había degustado.